14 noviembre 2011

AL ABUELITO GUMER


-El abuelito se ha ido al Cielo.
-¿Por qué mamá?
Elena suspiró, se sentía incapaz de responder a sus hijos. Habían sido unos días muy intensos, con tantas idas y venidas al hospital, decisiones muy duras sobre si proseguir con el tratamiento o autorizar el uso de la morfina. Estaba cansada, y apenas le quedaban dos semanas para salir de cuentas de su embarazo. Su cuerpo se resentía del agotamiento acumulado, de cuidar de su madre, del dolor de la pérdida.
Y llegaba a casa y se encontraba con Lola y Pepe. A pesar de que no podía más, los miraba con ternura. Los veía tan pequeños y tan ajenos a su sufrimiento con esos ojos de niños muy abiertos, sorprendidos.
-Entonces, cuando se hace de noche y salen las estrellas, ¿ahí está el abuelito?- preguntó Pepe.
-Tú calla, que eres un pequeñajo- le cortó Lola, que por algo era un año mayor-Mamá, el abuelito, ¿está en las estrellas?
Elena sólo pudo asentir con la cabeza, procurando contener las lágrimas.
-¡Ah! Entonces volverá. Un día de estos pondremos una escalera en su huerta de tomates, y él bajará otra vez a vivir con nosotros como antes- replicó muy segura Lola guiñándole el ojo a Pepe.
Elena no contestó. No sabía si reír ante la ocurrencia o llorar por todo lo que llevaba encima. Además, su bebé pronto nacería.
La vida seguía el curso normal y corriente. Los mismos paseos al parque, cuidar de que la abuela no le diera muchas vueltas a las cosas ocurridas, vigilar las travesuras de Lola y Pepe, y esperar a la pequeña Marta. Una tarde volviendo de un paseo especialmente largo, al llegar a casa, Lola y Pepe se pusieron a correr frenéticamente dando gritos como locos.
-¡El abuelito! ¡El abuelito!
Elena y la abuela dieron un respingo sobresaltadas hasta comprobar que Pepe señalaba inocentemente una estrella brillante en el firmamento.
-Sí, hijos, el abuelito- pudo decir Elena tras tomar aliento.

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