21 marzo 2012

No me iré sin decirte adónde voy


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No entraba en mis planes inmediatos de lectura, pero una buena amiga me lo dejó. He de decir que según avanzaba el libro cada vez esperaba menos de él, me parecía todo demasiado impredecible. Puestos a tragarnos cosas, me parece más verosímil la historia del ángel que ha de ganarse las alas en ¡Qué bello es vivir! que el encuentro fortuito de Yves Dubreil con el protagonista. Además, aunque el estilo desenfadado y directo del autor de este best-seller lo hace de fácil lectura y enganche, hay cosas que quedan demasiado postizas. Las descripciones, en las que ¡qué casualidad!, abundan los personajes de ojos azules; las (para mí al menos) tediosas sesiones de psicología que, a veces, aparecen incluso en los sueños del protagonista. Y no sé, así como la historia de la vida del protagonista es creíble, factible, a mi modo de ver la de Yves Dubreil con tanto misterio no lo es... Aunque el contrapunto de Catherine lo hace más real, por hacerlo más cercano. El libro consiguió sorprenderme al final y deja buen sabor de boca.

            Por un lado, es bueno ver los valores que se defienden en el libro: la amistad, la lealtad, la ética, y por otro, se dicen muchas verdades grandes: el odio a quien más daña es a uno mismo, la necesidad de desahogarse,... Alan Greenmor, en mi opinión, es genial, tiene la frescura propia de un personaje de novela: lo suficientemente real para creernos su vida, sin que dejen de pasar cosas extraordinarias porque, al fin y al cabo, es eso: una novela.

            Pero no he podido evitar compararlo con David Copperfield. Y es que supongo que cualquiera puede escribir, pero solo los genios como Dickens consiguen obras inmortales que no resultan anticuadas en ninguna época. Quiero decir que David Copperfield transmite muchas de las cosas de Alan Greenmor sin necesidad de sesiones de psicología ni de moralinas explícitas. Pienso que ahí reside la clave del buen escritor: plasmar lo que piensa sin que se note.

1 comentario:

  1. He de decir que transmite mucho más la peli de Elizabethtown del director Cameron Browe, y protagonizada por Orlando Bloom y Kirsten Dunst, sobre todo cuando ella le dice: fracasado, fracasado, vale es un fracaso enorme, pero puedes seguir sonriendo y hacer que todos se pregunten por qué lo haces. O al final: tienes dos opciones: 1)seguir con la ruta y tu plan original o 2)buscar a una chica con gorro rojo. ¡El poder del amor!

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