28 marzo 2012

Vivir la poesía


Llevo un verso
taladrante
metido en mi cabeza...
A veces se convierte
en una canción tímida,
otras es un grito en
el desierto.
Quizá sea el castigo
de leer deprisa la
poesía de otros:
eso es un pecado
imperdonable.
Pienso que si la gente
de la calle pudiera
oír las voces
que pueblan mi cabeza
se pensaría que estoy
más loca aún
de lo que estoy.
Porque la mente
está en continuo
movimiento de creación
y éxtasis, de memoria y
recuerdos. Por eso
tengo versos sueltos,
incompletas palabras
que me dicen mucho,
personajes ficticios
que nunca existieron,
situaciones paradójicas
e incluso paradigmáticas...
Y a veces, lo siento,
tengo que estallar en
carcajadas:
de mis propias ocurrencias,
de lo ya vivido,
de algún chiste olvidado
o de una broma perdida.
Es así como se escapa
del absurdo.
Así, cuando parezco seria
estoy luchando
porque no veáis mis
lágrimas de risa,
porque sí,
la vida misma
me hace reír.

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