15 abril 2012

El hombre eterno (Chesterton)

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Chesterton siempre logra sorprenderme. Y no es que haya leído mucho de su obra. Este es el tercer libro, después de mi encuentro con Manalive y un poco después con La esfera y la cruz. Lo suyo no es literatura fácil, y me cuesta enganchar al principio, porque nada es lo que parece, y no sabes detrás de qué cosas se esconde su simbología extensa, y por tanto, qué detalles habrás pasado por alto que eran importantísimos en la trama...

Pero vale la pena intentarlo. Supongo que mucho más si se leen los originales, porque Chesterton es un auténtico retórico que juega con las palabras haciendo constantemente jugos de palabras que suenan paradójicos y que se escapan casi sin que te dé tiempo a re-pensarlos porque ya ha empezado con otra cosa/tema.

Elegí El hombre eterno porque Ortodoxia que me recomendó Enrique García-Maiquez no estaba disponible en la Biblioteca,y me pareció un título sugerente. Me esperaba una novela y no un ensayo, pero me ha gustado mucho. Y eso que empezamos a malas: parecía que Chesterton estaba empeñado en tirar por los suelos mi defensa de lo útil. Al final, me dejé convencer por sus argumentos llenos de sentido común y también de belleza.

El libro es un resumen de la historia de la Humanidad antes de Cristo, con sus logros y avances humanos y con la inevitable decadencia a la que estaba sujeto, a pesar de sus esfuerzos. La segunda parte, trata de la Humanidad desde Cristo, y sobre todo, en Cristo. Cómo la Iglesia católica ha muerto en cada época y en cada movimiento que atentaba contra ella (incluso su misma debilidad), para renacer más joven y más nueva y más fuerte.

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Trata con ironía al hombre de ciencia, pero también al filósofo. Se muestra más partidario del paganismo de las costumbres, de los pastores, del folclore popular de cada región como la mejor opción que tiene el hombre. Muestra que la mitología es pura poesía, de unos hombres que entienden que hay algo más, mientras que los filósofos intentan racionalizar ese “algo más”, y por eso, están en continua guerra. Hasta que viene Cristo, que es el Hijo del Hombre, que es Dios que se hace Historia, es la Verdad hecha carne y reconcilia para siempre a los filósofos con los mitologistas-poetas. Se muestra totalmente contrario a poner la religión cristiana como una religión más o a la altura de los mitos. Para él, Cristo implica la Revelación, y por tanto, no hay nada en el mundo como la Iglesia católica. Solo caben dos opciones: que Cristo fuese un loco, o aceptar la locura de un Dios hecho Hombre por medio de la fe.

En su contraposición de filósofos racionalistas y poesía, me recuerda a Nietzsche cuando señala que la verdad metafórica es la que mejor explica al hombre. Nos gusta escuchar historias, nos gusta pensar en nuestra vida como una historia.

También me ha parecido interesante recordar que existió arte prehistórico en las cavernas (por cierto, es excelente la comparación entre las cavernas del hombre prehistórico y la cueva de Belén), y no fueron los griegos los primeros en notar el impulso artístico. Es cierto que ignoramos que significaban las pinturas rupestres para su pintor y sus espectadores, pero qué duda cabe de que el hombre fue artista desde que pisó el mundo (lo que, como señala Chesterton, no se puede aplicar a ningún otro animal más o menos evolucionado).

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