07 noviembre 2012

Suicidas

Hacía mucho que no escribía en verso: voy demasiado acelerada, y hace tiempo que no leo poesía. Además, todo lo escrito anteriormente no me gusta, y querría dedicarme a pulir lo mucho que sobra. La semana pasada tuve un golpe duro, así que acabé escribiendo para desahogarme, aunque no sea totalmente autobiográfico el tema.

La calle está llena de cadáveres silenciosos,
muertos que caminan entre vivos,
van al trabajo, quedan con amigos
y beben cerveza en los bares. Y esto
es porque la mayoría de las muertes
suceden en silencio habitualmente.
Se desangran por dentro, y la
gangrena se extiende en hemorragias
a todo el cuerpo. Y morimos

viviendo. Lo sabemos porque duele.
El corazón sangra como nunca
y nos deja sin aliento. La culpa
es como una lanza que apunta
al remordimiento, y se hunde carne
adentro escociendo. Un fuego eterno
que abrasa las entrañas.

Te he querido tanto que ni respirar
ya puedo. No me sirven los propósitos,
pero sufriría este tormento
por vivir lo que he vivido,
por quererte como quiero.

¡Y la maldita soledad
me deja afónica de gritar
en silencio que no es justo,
¡que he luchado!, que por ti
me estoy muriendo: por un beso
de tus labios me mataba...
Que no sé cómo decirte que
lo siento, que te quiero tanto
que por ti yo ya me he muerto.

¡Si colmaras mi amargura,
si apagaras este incendio
de sed de ser tuya...! Que
por ti ya soy suicida, kamikaze
de mí misma. Si ya sabes
que te quiero...

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¿Cómo termina esta historia?