10 junio 2013

Ni venta ni alquilaje (José Jiménez Lozano)

(Vía)
Al empezar a leer este libro, tenía la sensación de estarme metiendo en vena una inyección de cultura. La recopilación de artículos publicados por el autor entre 1968-1999 en distintos periódicos, con conmemoración de aniversarios de Unamuno, Georges Bernanos, y muchos más: algunos ni siquiera me sonaban (y tuve que recurrir, lo reconozco con vergüenza, a San Google para que me ayudara en mi lectura), otros que estaban en mi cabeza por alguna pincelada estudiada en la ESO. Me ha llenado mi lista de libros, ¡pero también la de películas!

Y la lectura de Ni venta, ni alquilaje, me ha hecho mirar con otros ojos El azul sobrante ¿tercera re-lectura? Se entiende mejor esa obsesión con los campos de concentración, porque está pasmado ante el hecho de que ser verdugo fuera solo un trabajo, equivalente a cualquier ocupación honrada. El autor parece que se pasma ante toda la maldad que presencia, pero que propone la belleza que salvará al mundo de Dostoievsky, concluyendo que tanto la maldad como la belleza son vertientes del hombre ya desde la Edad de Piedra. Al menos la mayoría de sus artículos me transmiten la sensación de que Jiménez Lozano, se admira, se sorprende (como los niños, como los científicos, como los filósofos, como los presocráticos) del curso que toma la historia dirigida por la humanidad a la que parece que le falta el sentido común. Su mirada crítica parte del asombro, del asombro desalentado que tendrían los ilustrados al ver que la televisión no se emplea como instrumento de educación para la sociedad sino como medio de adoctrinamiento de la clase dominante y gobernante. Resumirá los problemas de su España (que sigue siendo la misma España, prácticamente) con la división de cementerios, el religioso y el civil como castigado, recluido, sin cuidar. Así, las luchas y guerras entre españoles no terminan con la muerte, sino que se perpetúan en la separación de los cementerios y en los desprecios de unos y otros. Este mismo asombro lo hace parecer como un hereje cuando habla de temas de religión, siendo curiosamente que el título inicial de la recopilación de artículos propuesto por Jiménez Lozano era "Cartas de un cristiano impaciente". Y es que por mucho que se empeñen algunos (creyentes y no creyentes), la oscura edad media, si existió así de oscura, ya ha pasado para todos. 

Desde el asombro, hace una llamada a un mínimo sentido común:

"Siniestra boutade realmente, porque la tolerancia es solo una hermosísima palabra que lleva en su seno huella de lo mejor del hombre, sino porque ciertamente su presencia es un mínimum social de todo grupo humano, en cuanto se admita como va de suyo que está compuesto de individuos cada cual con su alma en su almario y siendo, pensando, sintiendo y expresándose de diversa manera, y en cuanto se abren los ojos y se ve que las sociedades humanas son formadas por grupos igualmente diversos desde la etnia y la antropología hasta la religión o no religión y la cultura o no cultura. ¿Qué podrían hacer si no se tolerasen, sino "homogeneizarse" mediante el aplastamiento de los unos a los otros, o matarse?"
Vía

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