Me resulta muy curioso pensar en la cantidad de circunstancias que te llevan a leer un determinado libro en un muy determinado momento. El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon estaba en mi lista (no escrita) de pendientes, desde que escuché a un director de cine español contar cómo su guión de un autista que se recorre España en una moto con un sidecar se derrumba tras leer precisamente la novela de Mark Haddon, porque entiende que ningún autista haría eso.
Y con unas cuántas reseñas intermedias (en concreto esta de Carlos Chordá, esta otra del escudero de Sir Lancelot, y para rematar la recomendación de Tocamates) el libro escala posiciones en mi lista... y la verdad aunque sin quitarle mérito a la originalidad del tema tratado, tampoco me motiva especialmente... Sin embargo, escribo mi propia reseña para Hablando de Ciencia.
Pero, hete aquí que un par de años después, en 2015 vuelvo a cruzarme con el libro porque es uno de los que toca leer para el taller English Reading Club, y esta vez lo he disfrutado como una enana. Me acordaba más o menos de toda la trama, pero precisamente eso ha hecho que fuera siendo consciente de lo bien escrito que está: porque no es lo mismo estar en el sitio del protagonista Christopher Boone, que estar en el mundo de los adultos y saber hacia dónde conduce la historia y como para alguien como Christopher es cuasi imposible anticipar el final de la misma. Me gusta también que Christopher intercale planos de la disposición de casas en su vecindario, diagramas de dinámica de poblaciones, problemas de matemáticas, etc., en mitad de cualquier lado, siguiendo una lógica que está en su cabeza.
Pues bien, con las entradas agotadas de aquí al 24 de mayo, se representa en el Teatre Lliure de Gràcia la adaptación de Simon Stephen traducida al catalán por Cristina Genebat y dirigida por Julio Manrique. Y no es por poneros los dientes largos a los que no podás ir..., pero la interpretación de Pol López como Christopher es absolutamente impresionante, dando realismo a una historia que parece ser una novela policíaca, para evolucionar a un drama enorme: cómo una persona con un problema es capaz de vivir en un mundo distinto a él, y cómo las personas de su entorno que le quieren pueden manejar el complicado día a día... Como explica mucho mejor que yo JR Alonso para Sheldon Cooper:
Sheldon, cada vez más famoso y con más admiradores, puede ayudar a que la gente conozca lo que es el síndrome de Asperger y, ojalá, a generar una mayor comprensión y simpatía hacia las personas afectadas.
Christopher Boone se convierte en un personaje muy real, de carne y hueso, sobre un escenario continuamente cambiante (me encantó la puesta en escena con el metro, el viaje en tren, la escuela, la casa en Swindon, la casa en Londres, ¡brutal!), y que despierta simpatía porque es un personaje simpatiquísimo cuando le oyes con voz y ves sus gestos en vez de leer sus razonamientos un poco sabelotodos. Los problemas a los que se enfrentan sus padres se convierten en algo tan tangible que no puedes juzgar sus respectivas decisiones. Y al final te quedas con un buen sabor de boca (agridulce, aunque ahí está la gracia) ante la superación de estos tres pedazo de personajes.
Pero, si necesitaba un argumento más: me ganó definitivamente el final de la obra. Que, al igual que Christopher deja la demostración de los triángulos rectángulos para el anexo de su libro, en el teatro, una vez acabada la función y aplaudida hasta rabiar, vuelve a salir con una pizarra para hacernos la demostración. QED. Brutal.
En resumen, una obra de teatro que no solo visibiliza al Asperger, sino que está repleta de agujeros negros, expansión del Universo, astronautas, números primos, y mucho más.
Esta entrada participa en la XIII Edición del Carnaval de Humanidades, cuyo blog anfitrión es Scire Science.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Cómo termina esta historia?