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Fue relativamente hace poco tiempo que me enteré que los quesitos de Reny Picot no provenían como yo siempre había creído de las sobras de una capea que habían regalado a mi madre. Venían, en realidad, del banco de alimentos. En mis recuerdos, era la única comida de la que se podía repetir tantas veces como se quisiera, daba igual cuantos comieras porque la cantidad siempre era ingente. Desde entonces tengo una manía considerable a los productos de Reny Picot, y especialmente a sus quesitos... Paradojas de los pobres: ellos nos salvan del hambre, y nosotros los odiamos a muerte.
No me había dado cuenta de cómo el nivel económico afecta tan básicamente a tu comportamiento hasta aquel fin de semana en la casa rural. En el desayuno, la gente que terminaba el brick de leche no lo plegaba como lo hacíamos en mi casa hasta que cayera la última gota de leche. De hecho me llamaron exagerada cuando dije que quedaba aún bastante leche por aprovechar. Ahora, además de los quesitos, llevaré tatuado en mi pasado los cartones de leche plegados.
En mi casa mi tía también pliega así los cartones de leche y yo he aprendido de ella, jaja. Esas cosas de la infancia que modifican el mundo o la manera de verlo.
ResponderEliminarTotalmente ;)
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