Jesús muere por segunda vez, pero no en la Cruz, sino en el umbral de su Iglesia, asfixiado por el asco (anotación de 18 de diciembre de 1897, Mi diario, León Bloy)
Hace años leí un libro que me marcó bastante. En Mi nombre es Asher Lev pude entender la libertad de expresión genuina del arte: cómo el artista debe seguir su camino de honradez aunque ese camino le lleve a herir sensibilidades de personas que ama.
Hace unos meses me pilló muy de
cerca la polémica que se montó en Pamplona en torno a la obra de Abel Azcona. La
verdad es que con tanta repercusión mediática, yo no tenía muy claro qué opinaba...,
solo que no era lo mismo que las personas de mi entorno o del contrario.
Entonces decidí ponerme a escribir, y aquello acabó convirtiéndose en una
especie de ejercicio literario en forma de cartas. Empezó siendo algo privado,
pero ahora que las cosas están más "calmadas", y aunque me cuesta
descubrirme en público, creo que he de ser fiel a mí misma y publicarlo. Aviso
de que no tengo ni idea de qué es arte y de qué no lo es, dónde están los límites de la libertad religiosa y la libertad de expresión, y un largo etc. Esto es solo un ejercicio que me ayudó a meditar muchas cosas..., con lo
cual todas las opiniones son mías, y la responsabilidad acerca de si pueden
resultar erróneas también. Me planteé fusionar las dos cartas en una…, pero he decidido dejarlo todo más o menos
cómo lo escribí en su momento, porque así queda reflejada mi evolución y mis
emociones.
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Hola Jefe,
Hace mucho que no te escribo. Y, sin embargo, parece que hoy es el día de romper mi silencio. Ante las reacciones (de amor, odio, justicia,...) por lo que ha hecho Abel Azcona, yo no sé qué pensar... Yo creo que estás real y verdaderamente presente en cada una de las 242 hostias consagradas, y no apoyo lo que ha hecho Abel Azcona. Pero sí pienso en lo que ha hecho: usarte para escribir pederastia en el suelo; lo que veo es que eso mismo han hecho los sacerdotes culpables de pederastia: usaron tu Nombre, tu Iglesia (tu Cuerpo) para cometer crímenes contra niños. Y Tú dijiste: cualquier cosa que hagan a uno de estos, mis pequeños, a mí me lo hacen. Y no me cuesta oírte gritar como cuando Herodes y "es Raquel que llora por sus hijos, porque ya no existen". ¿Qué hemos hecho, Dios mío? Tu Iglesia, nosotros, hemos cometido sacrilegio. Para Abel Azcona Tú no existes, para él no Te está atacando a Ti, sino a una Iglesia que ha hecho daño, que él considera una epidemia al mismo nivel que el cáncer y el SIDA. ¿Qué te duele más, su sacrilegio o el de la Iglesia, el nuestro?
Quizá te sirves de Abel Azcona para llamar nuestra atención, para que reparemos no solo lo que Abel Azcona ha hecho sino todos los crímenes que cometimos en tu Nombre. Padre nuestro, santificado sea tu Nombre. Ten piedad de nosotros. Ten piedad de Abel Azcona, un hombre que asegura no ser capaz de amar ni ser amado porque su vida no debía haber sido. Solo Tú le conoces, solo Tú has llorado por cada una de sus heridas, solo Tú puedes curarle. Hágase tu Voluntad y perdona nuestras ofensas.
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Querido Abel,
Te conozco desde tu principio, ya en el vientre materno te llamaba. Te he mirado y seguido con atención en cada momento de tu vida. He llorado al verte abandonado, abusado, solo. He llorado por cada herida que te han causado, por tu alma llagada. Te he amado y te amo por ti mismo: admiro tu fortaleza para enfrentarte a la vida, cómo te superas a ti mismo, cómo buscas superarte a través del arte moderno y de tus performance. He temido por tu vida en cada intento de suicidio por tu sufrimiento y por tu arte: valoro lo que puedes hacer por el mundo.
No estás aquí solo por los hechos que conoces de tu madre, Victoria, en aquellos Sanfermines. No. Yo te he creado y a mis ojos eres precioso; una verdadera obra de arte. Sé que te preguntarás por qué no he intervenido para hacerte la vida menos dura, menos abusiva,..., si es que tanto te amo... Hay cosas que no puedo evitar; he creado una piedra demasiado pesada incluso a su Creador: esa piedra es la libertad. Una libertad execrable pero también excelsa. ¡Si supieras cuántas lágrimas, cuánta sangre, cuántas angustias por cada una de tus heridas!
Precisamente, ahora que tantos me preguntan por qué no evité tu sacrilegio en las iglesias..., es porque amo tu libertad tanto como para dejarme maltratar por ti. Lo que no sabes es cómo, con qué dulzura te llamé en esas 242 misas, qué alegría de sentir tu contacto conmigo aunque ¡ay, demasiado lejos que no llegamos a conectar! Y tus juegos con mi cuerpo me hacían hasta reír de tu simplicidad... No te ofendas, no me río de ti. No me negarás que usar mi cuerpo para escribir mensajes que repugno (pederastia, fundamentalismo) no era una manera genial de aprovechar tus manos y tu arte como altavoz: ¡no más pederastia en mi nombre!, ¡no más fundamentalismo en mi nombre!, ¡no más personas como Abel Azcona tan heridos en cuerpo y alma en mi nombre! Y al final, dejémoslo en que estamos empatados: yo me he divertido con tu simplicidad, mientras tú te ríes de los que desagravian por tu exposición, incorporándolos a tu performance. Sí, son simples y les amo por ello, como también amo tus simplicidades.
Querido Abel, tú no me conoces. Piensas que lo hiciste y por eso ahora eres ateo. Pero, en realidad no lo sabes. Me gustaría tanto colmar tus ansias de ser amado, demostrarte que eres mi hijo amado por el que volvería a morir y sufrir mil tormentos, que en esas catarsis desgarradoras que buscas en tu arte, estoy yo esperándote con los brazos abiertos, suplicando que llegues a abrirme la puerta y dejarme entrar para besar una a una las llagas inmundas que te hicieron los hombres y curarlas para siempre. Abel, te seguiré esperando pase lo que pase. Cuídate mucho, hijo mío.
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En la misma línea, Ángela Monasor en Twitter
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