Quiero forzarme a no olvidar. Hace hoy dieciocho semanas que la DANA se llevó por delante tantas, demasiadas vidas. Quiero no olvidar que las supervivientes siguen bregando por volver a una nueva "normalidad". Y me lo voy a recordar cada semana los martes de la mejor forma que se me ocurra.
Cambio mi "programación" Desde el barro por... la vida... y la muerte. El viernes falleció mi primera abuela valenciana, que nos adoptó al conocernos y que nos ha dejado muy "huérfanas". Sé que no hay nada más tópico que usar la Elegía de Miguel Hernández al amigo Ramón Sijé, que además no es la primera vez que empleo para estos fines... Será que pasé dos Semanas Santas en la tierra del poeta (ya veis que no es la primera vez que este poema irrumpe en el blog). O será lo que sea, pero, una vez más, me he quedado con demasiadas ganas de hablar de muchas cosas con ella. Así que le pido prestado a Miguel Hernández su elegía para recordar a mi primera abuela valenciana. Sirva también para llorar las 224 muertes evitables de la DANA del 29 de octubre de 2024 que dejaron también tantos tenemos que hablar de muchas cosas.
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Maravilla de exaltación al amor de amigo que te extiende al sentimiento de amor por quien queramos adentrar en nuestro corazón.
ResponderEliminar¡Grande es también tu corazón, hermanita del alma!
Muchas gracias, Concha! Es bonito sentirse acompañada en el camino y los procesos. Un abrazo grande!
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