27 abril 2013

Rumiando

De la compañía virtual de EGM se derivan mis últimas lecturas, aunque no sigo al pie de la letra las indicaciones, y tiendo a elegir el principio más inadecuado. La última ha sido Flannery O'Connor, sus novelas Sangre sabia y Los violentos lo arrebatan. Pero hoy no quiero dar mi opinión porque presiento que debo/tengo que leer más y no acabo de entenderlo. Simplemente traigo unos fragmentos que se me han quedado clavados tal vez porque son temas que vengo rumiando estos meses, y de los que puede que hablemos en otra ocasión. No es lo único que me atrae de la lectura de las novelas, hay una serie de expresiones más bien  poéticas que siento que me han sido regaladas y que ha sido un placer paladear. Por eso, seguiré leyendo a O'Connor (entre otras muchas cosas):

"Normalmente veía a Bishop como una x que representaba la monstruosidad general del destino. Él no creía estar hecho a imagen y semejanza de Dios, pero no le cabía duda de que Bishop sí. El niño era parte de una ecuación simple que no requería más soluciones, salvo en los momentos en que, con poco o casi ningún aviso previo, se sentía invadido por un amor horrendo.

(...) Era amor sin razón, amor por algo sin futuro, amor que parecía existir solo para ser como era, imperioso y exigente, el tipo de amor que lo empujaría a hacer el ridículo en un instante. Y solo comenzaba con Bishop."
***

"El niño daba brincos en la silla gritando su decepción. En cuanto los bailarines lo vieron, el pequeño dejó de hacer barullo, se quedó quieto y boquiabierto, los devoró con los ojos. Un silencio amargo cayó sobre los bailarines. Sus miradas eran de asombro y afrenta, como si acabaran de ser traicionados por un defecto de la creación, por algo que debería sido corregido antes de que ellos lo viesen. Para Rayber habría sido un placer cruzar de un salto la habitación y partirles la cara a sillazos."


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