Y, a pesar de bajarse varias veces en la parada equivocada del autobús por ir enfrascada en el libro de turno (algo tan extraño como que en alguna ocasión era de Unamuno), y que esperando a poder cruzar se le cambiara el color verde por terminar el capítulo, siguió sin escarmentar. Aunque, todo hay que decirlo, cuando metió el pie en el charco de barro iba sin libro, peleándose con el bolso y con la cabeza en lo que había leído.
Está de risa ajena, ja, ja. Saludos.
ResponderEliminarComo eres tú, te dejo que te rías de mí ;D
EliminarPrestóme :)
ResponderEliminarMe alegra: este es real como mi vida misma xDD
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