Intuyendo que la confesión
no es aquello que vivo.
Porque ya sé lo que debo hacer
(o mejor dicho, lo que debiera haber
hecho),
pero iba a buscar el cuadro de
Rembrandt
y no más catecismo,
que se supone que lo domino;
lo estudio, lo enseño
yo también.
En fin, que sé de sobra
que lo hice mal, y peor aún:
lo hice aposta. Quería
provocar esa escena, esas manos
de padre y madre que he visto,
sentirlas como lo hicieron
tantos leprosos.
¿Que no es el camino?
Lo sé. Pero si estuviste
realmente sostenido
por cuatro clavos, y el
Eli Eli lama sabactani
son más que cuatro palabras,
sabrás que cuando aprieta
el miedo, la oscuridad y
la niebla de la desesperanza,
no hay camino que valga.
Aunque claro, si mi fe es cierta,
entonces encarnaste tus palabras
haciéndote Camino y Vida,
cuando lo viviste en primera
persona.
¿Entonces? Te diré que no lo veo
claro.
Que no sé de quién fiarme:
si de mis conclusiones nefastamente
erróneas, o de los que me fallaron
y me dejaron en la encrucijada
en la que me has recogido.
Tal vez al final de todo,
sí vea claro, y te dé las gracias,
pero ahora solo puedo decir
que no entiendo nada de nada.
Y que seguiré dando bandazos
de ciego, de una acera a otra,
y puede que me atropelle un coche
o puede que me saques del atolladero
como siempre.
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