01 julio 2013

Conversaciones de alcoba

Intuyendo que la confesión
no es aquello que vivo.
Porque ya sé lo que debo hacer
(o mejor dicho, lo que debiera haber hecho),
pero iba a buscar el cuadro de Rembrandt
y no más catecismo,
que se supone que lo domino;
lo estudio, lo enseño
yo también.


En fin, que sé de sobra
que lo hice mal, y peor aún:
lo hice aposta. Quería
provocar esa escena, esas manos
de padre y madre que he visto,
sentirlas como lo hicieron
tantos leprosos.


¿Que no es el camino?
Lo sé. Pero si estuviste
realmente sostenido
por cuatro clavos, y el
Eli Eli lama sabactani
son más que cuatro palabras,
sabrás que cuando aprieta
el miedo, la oscuridad y
la niebla de la desesperanza,
no hay camino que valga.


Aunque claro, si mi fe es cierta,
entonces encarnaste tus palabras
haciéndote Camino y Vida,
cuando lo viviste en primera persona.


¿Entonces? Te diré que no lo veo claro.
Que no sé de quién fiarme:
si de mis conclusiones nefastamente
erróneas, o de los que me fallaron
y me dejaron en la encrucijada
en la que me has recogido.


Tal vez al final de todo,
sí vea claro, y te dé las gracias,
pero ahora solo puedo decir
que no entiendo nada de nada.


Y que seguiré dando bandazos
de ciego, de una acera a otra,
y puede que me atropelle un coche
o puede que me saques del atolladero

como siempre.

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