Amo la libertad. Y mi amada no es fácil.
(Fernando Ortiz Primera despedida:
en el poema 23 de febrero de 1810)
¡Qué curiosos son los caminos del lector!, la verdad es que me parto de risa yo sola pensando en cómo llegó a mis manos este libro. Recuerdo que empezaba a interesarme por demás el haiku, y en algún lado (en cuál no me preguntéis) debí leer que Fernando Ortiz tenía un artículo en el que relacionaba la sensibilidad japonesa de un haiku con el sentimiento andaluz. Y a mí, como persona de ciencias, me cuadraba todo..., porque yo conocí al dichoso haiku en el blog de Enrique García-Máiquez. Total, que buscando y buscando ese artículo de Fernando Ortiz, me debí convencer de que estaba en este libro, y lo compré (de hecho, recuerdo que tardó en llegarme porque al parecer no tenían en stock). Nada más recibirlo ya me di cuenta de que el dichoso artículo no venía..., precisamente eran artículos SOBRE Fernando Ortiz, y no DE Fernando Ortiz. Así que el libro en cuestión se quedó en el cajón (o estantería) del olvido un par de años, hasta que ha tocado el momento de, ya que lo adquirí leerlo. Entretanto, hace poco más de un año fallecía el poeta Fernando Ortiz, así que me gustaría que este descubrimiento tardío de su figura y relevancia, sirviera como homenaje.
Ya había leído algo de Ortiz; creo que en Treinta años de poesía española, donde puede que entre tanto poeta se me quedara traspapelado (literalmente) porque no recuerdo que me llamara la atención. Ahora le he conocido a través de sus discípulos, de las personas que le valoraban en sus facetas de crítico, poeta y estudioso. Y la verdad es que es una mirada cálida la que dedican a su maestro, Fernando Ortiz. ¿Qué me aporta a mí la mirada sobre alguien que, previamente, no me había dicho nada? Tantas cosas que no sé si se podrían enumerar: he aprendido que la poesía tiene mucho más de lectura que de escritura, y que aquí depende mucho de a quién escojas para leer, pero también de por quién te dejes recomendar en tus lecturas. Lo que me anima a seguir "siguiendo" (valga la redundancia) los casi siempre acertados consejos del blog de E.G-M. También me ha enseñado a conocerme a mí misma y saber que no voy tan desencaminada cuando me acerco a leer poesía:
(...) trato de dejar que la lectura me vaya penetrando, vaya como introduciéndoseme, dejándola hacer lo suyo en mi ánimo, sin más esfuerzo por mi parte. Cierto que la lectura de cualquier poema exige una predisposición mutua, tanto por parte del lector (parte viva él del mismo poema) como de la propia ofrenda poética. Y en este sentido cabría hablar de la revelación fulminante, el rayo paulino, o la lenta penetración que nos lleva de la mano a su goce. (La poesía de Fernando Ortiz, por José Antonio Muñoz Rojas) Las negritas y el subrayado son míos: touché!He aprendido por qué hablar de poesía no es fácil:
No es fácil escribir sobre poesía, sobre cualquier poesía (a menos que sea mala), como no es fácil escribir sobre pintura, porque eso que nos entra por el oído o por los ojos no penetra en la parte lógica y pensante del cerebro, sino en una zona irracional, oscura y sensible de la mente. (...) Podemos aportar datos sobre la vida del poeta, o sobre sus lecturas, o sobre sus influencias, pero es imposible explicar la emoción que nos comunican esos versos que nos gustan. La única explicación sería repetirlos. (Presentación de una antología poética de Fernando Ortiz. Disertación sobre Vieja amiga (1975-1993) por José María Alberich)También que, en poesía, decir más depende del mínimo número de palabras:
La poesía, muchos lo saben, depende casi siempre de labores de resta. (Para ordenar los paraísos [Marzo], por Adolfo García Ortega)O en palabras de T.S. Eliot (también recogidas entre las páginas de este libro):
Twenty years largely wasted (...) Trying to learn to use words (East Coker, T.S. Eliot)
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