Este es mi segundo poema desde el barro. Recoge ideas que me transmitió Carmen con su experiencia en Massanassa (que también están en El Dios de barro) y es un poco respuesta a ciertas actitudes happy flower de los que piensan (pensamos) que ayudar es "bonito". En realidad, después de rumiarlo y hablarlo mucho con mi hermana, creo que no lo es... ayudar es dejarte conmover, dejarte tocar y al final implica que tu corazón se quede en el barro y eso duele por el sinsentido y porque ves que tu ayuda es apenas nada para lo mucho que hace falta...
Sin embargo, fue también una imagen la que precipitó todo esto en palabras: cuando me quité la FFP2 después de cepillar la ropa de batalla de Carmen y el polvillo de barro se había filtrado por la mascarilla no muy bien ajustada por lo que parece (ejem).
¡QUÉ BONITA ES LA SOLIDARIDAD!
La solidaridad se filtra
en tu mascarilla y la pinta
marrón por dentro. Traes a casa
solidaridad incrustada
en forma de barro. Cepillas
y cepillas y continuará pegado.
La solidaridad pesa en los brazos
que han cargado y barrido;
pesa en tus piernas caminantes.
Huele a materias fecales
mientras comes el bocata.
La solidaridad se queda
debajo de la uña
aunque la frotes varias veces.
La solidaridad te deja
los pies en carne viva a través
del doble calcetín y botas de agua
(también destrozadas de tanta solidaridad).
Sale cada mañana ya sucia de días previos
y regresa al caer el sol
derrengada de cansancio.
Sobre todo, la solidaridad
se cobija en tu mirada
marrón-barro y se clava
en tu corazón doliente.
No, la solidaridad no es bonita,
solo necesaria.
Y es que nunca fue tuya o mía,
sino de ellos y ellas.
La solidaridad se filtra
en tu mascarilla y la pinta
marrón por dentro. Traes a casa
solidaridad incrustada
en forma de barro. Cepillas
y cepillas y continuará pegado.
La solidaridad pesa en los brazos
que han cargado y barrido;
pesa en tus piernas caminantes.
Huele a materias fecales
mientras comes el bocata.
La solidaridad se queda
debajo de la uña
aunque la frotes varias veces.
La solidaridad te deja
los pies en carne viva a través
del doble calcetín y botas de agua
(también destrozadas de tanta solidaridad).
Sale cada mañana ya sucia de días previos
y regresa al caer el sol
derrengada de cansancio.
Sobre todo, la solidaridad
se cobija en tu mirada
marrón-barro y se clava
en tu corazón doliente.
No, la solidaridad no es bonita,
solo necesaria.
Y es que nunca fue tuya o mía,
sino de ellos y ellas.
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