La verdad es que todos los valencianos y los que vivimos en la terreta solo tenemos una cosa en la cabeza... Sin embargo, como ya tenía esto escrito por mi cumplevida, le doy al botón de publicar.
No he resuelto mi duda lacerante. Puede que nunca lo haga… Así que para mi decimotercer cumplevida se me ha ocurrido compartir, por si sirviera a mis hermanos en la sombra, aquellas cosas que a mí me salva(ro)n la vida hace 13 años, el día que no morí.
La primera es muy obvia: la terapia farmacológica y la psicoterapia (en concreto, la reestructuración cognitiva). Aquí es un momento perfecto para dar las gracias, una vez más, a mis increíbles psiquiatra y psicóloga que, como escribí en los agradecimientos de mi tesis eterna, están siempre disponibles y no permiten que pierda el rumbo ¡incluso en un doctorado!
Bueno, la segunda también es muy obvia: las relaciones tanto familiares como de amistad. Y, sé que esto no es para todo el mundo, pero al final estoy hablando de mi propia experiencia y en mi historia también la relación con lo trascendente (o El Trascendente) ha sido cimiento ante el colapso total de mi existencia: forma parte de mi identidad y negarlo es no aceptarme ni quererme.
La tercera, el blog. ESTE blog. En el que llegaba a publicar varias entradas al día: ¡cuatro el día que acabé en Urgencias e ingresando en Psiquiatría! Pasé 26 días en planta en los que publiqué un total de ¡28 entradas!: (a)poesía, reflexiones, divulgación científica… Creo que se puede decir que me sostuvo en una de las peores épocas de mi vida.
La cuarta, la poesía. Volví a leer poesía, algo que había dejado de hacer en la adolescencia. También comencé a vomitar mis sentimientos en formato verso (mis apoesías). ¡Y, por supuesto, la literatura en general! Qué le voy a hacer, soy un ratón de biblioteca desde que aprendí a leer, y leo y leo sin parar.
La quinta, Twitter, como mi red social por excelencia. La de buenos ratos y amigos que me brindó la era pre-Musk.
La sexta, la divulgación. Por fin me lancé a contar por qué me gustaba la ciencia y qué tenía de tan apasionante y bella. Este blog, Twitter, los eventos presenciales me han regalado tanta VIDA que no sé cómo condensarla en palabras.
La séptima, dejar (un poco) de lado mis temores y atreverme con pequeños retos (grandes para mí, para que vamos a engañarnos…). Desde el carnet de conducir, a pesar de que no haya vuelto a conducir después del examen (queda aún mucho trauma). Hasta dar charlas cada vez delante de un público más numeroso. También cosas más prosaicas como hacer nuevas amistades y aprender a cambiar mi punto de vista sobre el mundo.
La octava, dedicar tiempo a averiguar qué cosas me gustaban. Por ejemplo, la música: nunca me había planteado qué música me gustaba de verdad. Y llegó el indie a mi vida: Love of Lesbian, Supersubmarina, Vetusta Morla, Manel,... con los primeros conciertos a los que asistí. Fue la temporada en la que me enganché a una serie de TV por primera vez (gracias NCIS por tanto jajaja).
La novena, empezar a quererme. Abrazar a la friki que llevo dentro y dejarle sacar todo su potencial (para, entre otras cosas, explicar los fluidos comprimidos con Superman, o Supercrítico para los amigos). ¡Oh!, y dejar sacar toda la tontería a mi niña interior (preguntadle a Carmen por mis locuras diarias). Más importante aún: experimentar la gratuidad de que me quieran por quién soy, sombras incluidas.
La décima, empoderarme de mi enfermedad o trastorno para que no me defina en negativo. Soy una superhéroe, como una de cada cuatro personas. He tocado fondo varias veces, he luchado contra toda esperanza (queriendo creer sin ser capaz de hacerlo que para mí también habría un “y vivieron felices”), me he levantado y me he vuelto a caer, he dado vueltas en la misma rueda y sigo aprendiendo todos los días a vivir conmigo de una forma más sana.
Incluyo la última cosa como bonus track porque no formó parte de la recuperación de mi primer episodio depresivo. Sin embargo, me acompañó en el descenso a las profundidades de una recaída y también en la lenta escalada a la normalidad. Postcrossing y amigos postcrossers, no sé qué habría hecho sin vosotros.
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