El sábado pasado tuve la
suerte de hacer la Ruta Verde, entre Benicassim y Oropesa del Mar,
ida y vuelta. El mar y la luz del Levante son impresionantes.
Mientras contemplábamos el mar había un niño que le contaba a su
padre una historia: él veía un barco en el mar y otro a lo lejos, y
de ahí se sacó que había una batalla de barcos... La que estaba
conmigo comentó que el niño tenía mucha imaginación.
Al día siguiente,
volvía de la universidad caminando y me crucé con un grupo de
madres que venían con sillas de bebés y algún niño pequeño. Uno
de ellos señalaba el cielo (ya había oscurecido) y le decía a su
madre: Voy a subir, y cuando baje te contaré si es un castillo o un
planeta... (La conversación seguía pero yo me la perdí). Y pensé
que este niño todavía tenía más imaginación que el primero.
La verdad es que me
ilusionó. Los niños no son tan distintos ahora de lo que lo fui yo,
y las generaciones anteriores. Todos hemos soñado con cosas grandes.
Y ver que los videojuegos, DisneyChannel y demás productos “nuevos”
no han matado la imaginación de los niños es muy consolador. Ojalá
que siempre conservemos la capacidad de soñar y de imaginar. Ojalá
que esos niños lleguen a ser escritores, guionistas, directores de
cine, o mejor, que sean lo que sean, cambien el mundo.
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