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Llevo
todo este curso dándole vueltas a que las ciencias deberían estar
más abiertas: que no deberíamos ser tan técnicos, que tendríamos
que entendernos entre nosotros y con la gente de la calle. Que si
hemos logrado que en nuestro país la gente sepa leer y escribir,
ahora tenemos que apostar por una formación más integral, por un
progreso verdaderamente humano...
La
ciencia moderna está tan especializada que científicos de distintas
ramas podemos estar hablando de lo mismo sin enterarnos. ¿Cómo se
compatibiliza esto con un mundo extremadamente globalizado? Generamos
continuamente información, datos y más datos, que recorren el mundo
entero en apenas un segundo, ¿y nos está sirviendo de algo?
En
mi máster somos sobre todo químicos e ingenieros químicos, pero
también hay un biólogo y un farmacéutico. Es curioso que según
nuestra especialidad tengamos un modo u otro de enfocar un mismo
problema. Pero justo eso es lo que enriquece, lo que aporta
soluciones más innovadoras y creativas. En las clase muchas veces se
solapan conocimientos de química, física, matemáticas, economía,
ingeniería, biología y bioquímica. Hablando de esto con un
compañero, le dije que pensaba que tenía que haber más
interdisciplinariedad y él me contestó que no, que lo que tenía
que haber era intradisciplinariedad: no entre sino dentro.
Casi
grité eureka en el comedor de la universidad: ¡Eso era!
Intradisciplinariedad entre ciencias experimentales e
interdisciplinariedad con las ciencias humanas. Poner al mismo nivel.
Fomentar el científico humanista. Fomentar el humanista científico.
Aportar nuevas soluciones a los problemas de siempre para cambiar el
mundo.
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