Vía |
En la penumbra gris,
uno, dos, uno, dos,
los árboles se
inclinan
y susurran.
El orballu pesado,
gotea entre las
ramas,
uno, dos, uno, dos,
que escoltan el
sendero.
Pisamos la
gravilla,
uno, dos, uno, dos,
alfombrada sin ver
apenas
más allá de un
palmo.
Y de repente,
ya ha amanecido,
uno, dos, uno, dos,
aunque sigue
nublado.
Los peregrinos,
uno, dos, uno, dos,
camino de Santiago.
A cada paso una descripción espléndida y luminosa, lúcida.
ResponderEliminarExcelente poema, bastante inspirador. Saludos. :D \o
Muchas gracias! Creo que en el momento que lo empecé a componer era más rico que este resultado final, pero tampoco pongo la mano en el fuego porque no lo apunté sobre la marcha (entre la lluvia, las cuestas, etc., era un poco complicado ;P)
EliminarPara describir la riqueza sólo hace falta un poco de descripción aleatoria (dicen algunos). Quizá lo que pareciera falta de riqueza es lo que constituye la luminosidad del poema. :D
EliminarEs otra manera de verlo ;D : a mí me parecía que la sensación tan vívida que me impulsó los versos en aquel momento, la capté parcialmente en lo que puedo recordar de ese momento. Pero como señalas, puede ser al revés ;)
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