Quiero forzarme a no olvidar. Hace hoy veinticuatro semanas que la DANA se llevó por delante tantas, demasiadas vidas. Quiero no olvidar que las supervivientes siguen bregando por volver a una nueva "normalidad". Y me lo voy a recordar cada semana los martes de la mejor forma que se me ocurra.
La dana también me ha hecho confrontarme con cómo soy yo. Algo que ya latía en el (a)poema-oración de Hazme y que ahora continúa en esta Retaguardia. Creo que yo soy más "efectiva" no en la primera línea, sino limpiando el calzado de los que se lanzan a esa primera línea. Ahora que estamos en Semana Santa, a las puertas del Jueves Santo, quizá es lo que me toca: lavar los pies del mensajero que anuncia la paz.
Por cierto, que tal como suena Retaguardia cuando la leo internamente, me recuerda mucho a Pedro Salinas en La voz a ti debida (Para vivir no quiero / islas, palacios, torres. / ¡Qué alegría más alta: / vivir en los pronombres!).
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The Anointing of Christ, 60 x 40 cm, painting on canvas de Julia Stankova, vía web de la artista |
RETAGUARDIA
No, no, déjame de liderazgos,
logísticas y estar en primera
línea. Si yo solo quiero… Yo
necesito habitar la retaguardia.
Que ahí delante me agobio. Aún peor:
se me agotan las fuerzas para las
pequeñas cosas, las que realmente
me importan (quién cumple hoy, quién tiene
examen o médico, quién hace
tiempo que no veo, quién echo en falta).
Así que no; no quiero tarima,
con la retaguardia es suficiente.
Ser apenas sombra que pasa
casi desapercibida y cuidar
en lo que pueda y cuando pueda.
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