Sé que bastantes de los lectores de este blog no son creyentes y puede que el tema de la religión o de la fe no parezca políticamente correcto. Así como hay personas que declaran con más fuerza (o con menos) su ateísmo o agnosticismo, yo no voy a esconder que soy católica practicante. Este blog nació porque yo necesitaba desahogar mis paranoias científicas, diarias, literarias y todo lo demás. Y si por mis lectores me callo lo que soy habría perdido toda la miga, y más me valdría cerrarlo. Así que de vez en cuando “tocará” hablar de religión, y quizá aproveche que quedan cerca las Navidades. Si no os interesa, ignorar este tipo de post ;)
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Como anécdota, ¡por fin he
entendido buena parte de lo que intuía metáforas en El regreso del peregrino!, e incluso el viejo profesor en el que se
inspiró para que Narnia apareciese en su armario ropero. Cautivado por la alegría, aunque sea una autobiografía, en realidad
es la historia del camino hacia la conversión, por lo que a veces, solo hay
anécdotas de la vida de Lewis, y otras solo referencias a sus pensamientos y
estados interiores. Para empezar, a la manera
platónica, nos define qué significa para él la Alegría: una emoción más
placentera pero también dolorosa, porque expresa añoranza, pérdida y ansia de
belleza (a mí me ha recordado a lo que estudié de Platón sobre el amor erótico,
pero hay que señalar que el autor la experimenta mucho antes de conocer al
filósofo).
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Tras la muerte de su madre, y
otras experiencias acerca de la religión, C. S. Lewis deja de creer en la fe en
la que ha sido educado para convertirse en un ateo materialista. En algunos
debates en los que he participado en Internet, he sacado la conclusión (puede
que equivocada) de que los ateos nos consideran a los creyentes como niños
pequeños incapaces de afrontar que el Universo sea solo pura materia y física.
Al menos, eso se desprende de alguna intervención de Sagan o Dawkins. Para mí, la fe no es como un ansiolítico,
sino más bien algo que me exige, que me supone mucho esfuerzo, y que si no
tuviera probablemente hubiera decidido abandonar ya. Y me ha
gustado “compartir” esta vivencia con Lewis: “Para un cobarde como yo, el
universo materialista tenía el enorme atractivo de que te ofrecía una
responsabilidad limitada. Ningún desastre estrictamente infinito podía
atraparte. La muerte terminaba con todo. Y si incluso los desastres finitos
demostraban ser mayores de lo que uno estaba dispuesto a soportar, siempre
quedaba el suicidio. El horror del universo cristiano era que no tenía una
puerta con el cartel de Salida.”
Me ha llamado la atención la
honestidad intelectual de Lewis, que es la que le hace evolucionar de las ideas
que se había forjado. “Debes investigar por qué pasó de moda. ¿Fue refutado en algún momento
(y si así fue, por quién, dónde y si de forma definitiva) o solo murió en el
olvido como la moda? Si ocurre esto último, no nos dice nada acerca de su
verdad o falsedad.” Por supuesto que tenía sus prejuicios (esto lo hace humano y divertido), y se aferraba a
lo que quería creer como cierto, llegando a decir (deformando un verso de la Chanson de Roland): Los cristianos se
equivocan, pero todos los demás
son unos pelmazos.
Porque como le gustan tanto Chesterton,
Milton y demás autores, resulta que llega a la conclusión de que le gustan a
pesar de su cristianismo y no por
su cristianismo, y la lectura de Homero y Virgilio con el aprecio que tienen a
sus dioses, le parece mucho más interesante que Lucrecio, y los materialistas. Me
recuerda a esas rabietas infantiles de “yo tengo razón” (no en vano Lewis escribió Cartas del diablo a su sobrino). Su bagaje cultural le lleva,
siendo teísta, a considerar las diferencias entre hinduismo y cristianismo (el
resto de religiones le parecen una vulgarización de Dios, pero no entra en
muchos más detalles) por el sabor del mito y la concepción histórica. Al final
lo que le decanta hacia el cristianismo es comparar el mito de Jesús, con un Buda que medita mientras a su lado violan a una mujer. El hombre eterno de Chesterton le sirve para considerar: “El
paganismo solo había sido la infancia de la religión, o solo un sueño
profético.”
Por
último, y quizá esto es lo que más me guste de Lewis, es su facilidad para
hacer entender conceptos enrevesados y plasmarlos en ejemplos cotidianos, como
“Las palabras compelle intrare,
obligadles a entrar, han sido manoseadas por hombres impíos que debemos temblar
ante ellas; pero, bien entendidas, llenan la profundidad de la misericordia
divina. La dureza de Dios es más agradable que la amabilidad de los hombres, y
su coacción es nuestra liberación.”
Me ha parecido muy interesante este post... tanto que echaré un vistazo al libro ya que no sabía demasiado de la vida de C. S. Lewis y creo que merece la pena conocerlo más en profundidad.
ResponderEliminarA mí me encantan sus ensayos (Cartas del diablo a su sobrino, El diablo propone un brindis, Mero cristianismo y Los cuatro amores), se parece a Chesterton pero menos complicado: más sencillo y asequible. Ah!, y Narnia me apasiona xD
EliminarMe han entrado muchas ganas de leerlo :) Por lo que puedo comprobar, Lewis es uno de los grandes olvidados de manera injusta, y menos mal que por lo menos está Narnia (aunque, por supuesto, lo mejor son los ensayos ;D) ¡gracias por descubrirme este libro!
ResponderEliminarLewis lo merece desde Narnia a los ensayos ;)
EliminarYo aún tengo pendiente "profundizar" en Miguel Delibes