Pensaba sacar esta serie en noviembre, pero el Carnaval de Tecnología, y demás cuestiones vitales, no me dio la vida... Espero continuarla y que os guste...
(Vía) |
- ¡Nunca!- pegó con su enorme mano un puñetazo sobre la mesa- ¡Se trata
de un Bollstädt! Nuestra familia siempre ha empuñado las armas, nunca hemos
sido unos mendigos- rugió el conde- ¡Qué se ha creído ese mocoso imberbe!
-
Cálmate, te lo ruego, has de respetar lo que…
-
¡Respetar! ¡Él es quien me debe respeto como padre suyo que soy! ¡Él
es quien debe respetar su rango y su destino! ¿Acaso no ha recibido el mismo
nombre que mi padre? ¿El nombre que llevan todos los primogénitos del castillo
de Lauingen? ¡Que haga brillar a esta familia, ése es su destino y no otro, que
gane honores en batallas, que tome mujer y tenga un hijo a quien ponerle
Alberto…! ¡No! Te juro que esto no va a quedar así, parto ahora mismo y nadie
podrá detenerme, traeré a ese muchacho y lo haré entrar en razón, ¡como que soy
el conde Alberto Bollstädt! Manda que preparen los caballos para emprender
viaje a Padua inmediatamente. Nadie se interpondrá en mi camino.
(Vía) |
-
Señor, escuchadme… No podéis cambiar los designios del Señor.
-
¿Y qué tiene que ver Dios con todo esto? ¡Sentido común es lo que le
falta a mi hijo! Tanto aprender y estudiar le ha enturbiado la mente… No debí
permitir que se fuera con su tío, sé de sobra que el estudio entorpece los
músculos y embota la cabeza, ¡como a ese botarate que lleva mi nombre! ¡Los
caballos, parto esta noche!
-
¡Y un cuerno! ¡Ni Dios ni el Santo Padre ni el Emperador! Ha escuchado
a esos frailes locos, y ha tenido una corazonada absurda… Y, en vez de pedir
consejo a su padre y a los que le conocemos, ¡se va al convento!
-
Yo ya no estoy segura de conocer a Alberto, señor. Antes no habría
sido capaz de haceros ninguna afrenta.
-
¡Te lo estoy explicando! Los jóvenes son impulsivos y de tanto darle a
la cabeza, ha tenido una curiosa idea, ¡que no pienso consentir! Volverá al
castillo conmigo, y servirá a Su Majestad imperial Federico II, y si persevera
en querer ser monje, ¡yo no se lo impediré! Pero entonces ingresará en
Montecasino, y será abad o lo que sea, ¡pero nada de andar mendigando como si
fuera hijo de un cualquiera!
(Vía) |
-
Señor, el viaje está preparado.
-
¡Por fin! Partimos, adiós, traeré de vuelta a ese cabezota de Alberto.
El conde salió apresuradamente
de la sala, seguido por un grupo de nobles que esperaban a la entrada. Su
señora permaneció en la estancia, mientras el fuego de la chimenea se apagaba.
A muchas millas de distancia,
alguien también contemplaba el fuego pensativamente. Los ojos se le
entrecerraban porque debía estar cercana la medianoche, y desde que estaba en
el convento madrugaba mucho. Se inclinaba ligeramente en la silla de la que le
colgaban los pies, pero antes de deslizarse hasta el suelo se despertaba
bruscamente. Era una estancia grande y fría ya que la lumbre no alcanzaba a
calentar entera. Finalmente se quedó dormido en un ángulo incómodo, medio
apoyado en el borde de la repisa. Al cabo de un rato, entraron dos figuras
oscuras y una se aproximó a la silla y sacudió al dormido.
-
Vamos- susurró- es ya hora de partir. Todo está listo.
Se levantó tambaleándose, y se
envolvió en el manto negro que le tendían. Siguió a los otros dos por el
pasillo hasta donde les esperaba el Maestro General.
-
Arrodillaos.
El suelo estaba helado, y no
pudo reprimir un escalofrío.
-
Dominus
sit in viam vestram, in nomine Patri, et Filio et Spiritu Sancto.
Las figuras
embozadas se santiguaron con prisas.
-
Vade in pace.
Las últimas
palabras resonaron en la piedra, y parecía que quedaron grabadas en la bóveda
del cielo. Tiempo más tarde, Alberto apenas recordaría aquella noche eterna, en
que caminaba a paso marcial entre las dos figuras de los monjes, que le
enderezaban cuando se dormía de pie. Miraba a las estrellas, recordaba que no
había luna, y escuchaba muy dentro el eco de “Vade in pace”, pace, pace, pace, ¿qué pace? “Tantum elevatur viae meae a viis vestris” Sabía que su familia no
había entendido la decisión, que habían decidido sacarle a la fuerza del
convento… Por eso viajaban a otro sitio,
todavía no le habían dicho adónde. ¿Por qué? Él no había querido causar
sufrimiento a nadie, y menos a sus queridos padres o a su tío de Padua. ¿No
entendían…? “Tibiae lusimus et non
saltastis…” Pero él tampoco lo entendía. Había conocido en la plaza mayor a
Jordán de Sajonia, y le había seguido junto a otros muchachos. “Ubi moras, Magister?” Se habían quedado
con él, habían entrado en el convento, y se habían unido al rezo de los Salmos
y a la vida religiosa sin apenas preguntar. La nueva había llegado hasta el castillo
de Lauingen. “Filius autem hominis non
habet ubi caput reclinet”, empezaba su
éxodo, siguiendo a los otros dos que apenas hablaban, les veía preocupados
cuando mendigaban un lugar para dormir o algo de comer, temerosos de que
alguien les detuviera. Dormían poco, comían poco y siempre caminaban, “vade in pace”.
(Vía) |
Los siguientes capítulos de esta serie los puedes leer en los siguientes enlaces:
San Alberto Magno de Bollstädt, Era vecino mío, su casa me queda a media hora, XD. Si vas a contar la historia de este monje -"científico"... te queda mucha tela... pero desde luego, has empezado fuerte. OLÉ
ResponderEliminarUn saludo.
jajaja, pues tienes pendiente sacarte una foto con "We <3 Jindetrés" xD.
EliminarLa idea de escribir es que apenas hay información en la red, y no encuentro un libro de su vida (cuando investigaba para publicar el 15 de noviembre), no sé en qué acabará esto, pero me alegra mucho que te guste!
Un saludo!
Me alegra mucho ver que alguien más se lanza al noble arte de divulgar y enseñar por medio de historias, parece mentira que sea tan poco frecuente con la de blogs y más blogs que hay que se parecen en temática y estilo, que la gente se lance a hacer este tipo de alternativas.
ResponderEliminarPues como yo soy un inculto, y lo digo en serio, no caía en qué personaje histórico se estaba retratando hasta que no he leído el comentario de Banchsinger. La idea de utilizarlo para mostrar una conciliación entre ciencia y religión (no sé si será la intención, iremos viendo, jeje) me parece muy buena y seguro que generará debate.
Por lo demás, muy buena prosa y muy buena introducción; ansioso por leer la continuación!
jaja, me alegro de que te guste! Así hay más ganas de seguir! Y tranqui, que no quiero hablar de religión, lo que pasa es que hablar de la 'ciencia' de San Alberto sin introducción religiosa no podía :D
EliminarMuy buena introducción... me uno al resto de comentarios deseando leer la continuación!!!
ResponderEliminarMuchas gracias! :)
ResponderEliminarXD más, quiero más.
ResponderEliminarPor lo menos la segunda entrega ya casi está ;D
EliminarXD más, quiero más.
ResponderEliminar