Fui adorador secreto de la Dama
Oscura.
Me encontraba con Ella noche y día,
en cada esquina sin preaviso.
No era inquietante, no, su imagen
bellísima y nunca alcanzaba a ver
de frente su rostro… La amaba
ciegamente y con locura:
tanto que la vida me sabía a poco,
y transitaba sonámbulo y a
trompicones,
resbalando y cayendo siempre.
Ella era la única respuesta
irracionalmente
posible, solución inalcanzable de
todos mis anhelos, espejismo
inasible del abismo de mis sueños.
Sacerdote consagrado de su rito negro,
en la persecución eterna de mi
laberinto diario,
perdía el miedo al vacío y al olvido
y al dolor,
con tal de fijar la mirada en sus
rasgos,
de diluirme en la inmensidad de los
siglos infinitos.
Ella era más rauda, y no seguí
sus huellas...,
hace ya tanto tiempo que toda mi
historia
me parece una leyenda.
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