En la esquina del Corte Inglés,
prácticamente a la vez que las
luces pre-pre-navideñas y la
música "celestial" a todo volumen,
llegó a vivir una señora
a la boca de metro.
Hace ya unas semanas que la veo:
el pelo a lo chico, gris; y ella
sentada o de rodillas entre una
esterilla y otros bultos.
No la he visto pedir dinero;
alguna vez me parece
que estaba durmiendo.
Tiene los ojos dulces,
de mirada perdida
y habla sola con las paredes
de su habitación subterránea.
Y la gente pasa y pasa
vomitada del comercio condal
o del transporte público;
todos la miramos con cierta
curiosidad malsana.
No sé qué piensan los demás;
pero me hace sentir mal
el contraste de mi vida
junto con la impotencia de no
saber qué hacer y si hacer algo.
Al fin y al cabo, es bastante
parecido a un establo pequeño
y sucio en medio de casitas de corcho
y el palacio de Herodes...,
separado por milenios
y en un boca de metro
debajo del Corte Inglés.
prácticamente a la vez que las
luces pre-pre-navideñas y la
música "celestial" a todo volumen,
llegó a vivir una señora
a la boca de metro.
Hace ya unas semanas que la veo:
el pelo a lo chico, gris; y ella
sentada o de rodillas entre una
esterilla y otros bultos.
No la he visto pedir dinero;
alguna vez me parece
que estaba durmiendo.
Tiene los ojos dulces,
de mirada perdida
y habla sola con las paredes
de su habitación subterránea.
Y la gente pasa y pasa
vomitada del comercio condal
o del transporte público;
todos la miramos con cierta
curiosidad malsana.
No sé qué piensan los demás;
pero me hace sentir mal
el contraste de mi vida
junto con la impotencia de no
saber qué hacer y si hacer algo.
Al fin y al cabo, es bastante
parecido a un establo pequeño
y sucio en medio de casitas de corcho
y el palacio de Herodes...,
separado por milenios
y en un boca de metro
debajo del Corte Inglés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Cómo termina esta historia?