Cuando colgó el teléfono el fin del mundo ya había dado comienzo, de manera totalmente irreversible. Sentía ganas de asomarse a la terraza y gritar desde allí a las estrellas que se desplomaban: ¿es que no se veía venir? ¿Era yo el único en ver que el camino que seguíamos conducía al precipicio? ¿Quiénes han sido los ciegos que nos han llevado a este extremo? Pero el mero hecho de escuchar solo el eco de sus palabras en medio de la tormenta, le hizo cambiar de opinión. Trepó de la terraza al repecho de la ventana. Y decidió esperar a que la gravedad pudiera con su equilibrio, o a contemplar el fin de todo lo que amaba.
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¿Cómo termina esta historia?