Ha sido Raquel la que me ha hecho cambiar mi punto de vista. Y es que no hace falta más que convivir estrechamente con gente distinta a ti misma para empezar a valorar siquiera un poquito lo que los demás valoran. Mi agradecimiento va para todas aquellas personas que de una manera u otra ampliaron mis horizontes universitarios y que ahora me hacen se como soy: totalmente científica pero consumidora voraz de cultura en todas sus vertientes: experiencial, conciertos de música clásica, bailes latinos, teatro y ópera,...
Probablemente no haya estado dentro de una 'performance' (tal cual como creo haberlo entendido del blog de Raquel), pero al menos tengo algo teórico en mi mente para comparar la obra de teatro a la que tuve el privilegio de asistir el sábado. La verdad es que como novata en el campo, no me atrevo a solicitar obras contemporáneas por miedo a equivocarme y pagar por una bazofia que no merece el nombre que lleva. Al fin y al cabo, lo bueno de los clásicos es que no fallan: puede que me haya leído sus libros, puede que estemos ante un genio como Shakespeare, o puede que traiga a cuestras una gran tradición. Cierto es que la mejor manera de aprender es equivocándose, pero aunque peque de tacaña, cuando afecta a mi bolsillo duele más el golpe. También se da la curiosa circunstancia de que no sé si por mi falta de experiencia, por mi recién estrenado criterio o porque tengo una suerte morrocotuda, de momento he acertado (si quitamos la decepción de Tierra prometida en el cine).
No sé muy bien a qué viene este rollo ególatra, cuando simplemente quería contar que me lo pasé estupendamente, y eso que me dolían los pies (como parte de la performance adaptada a mi entender). Eché en falta la compañía, porque si bien uno puede ocultarse en el asiento cuando asiste en soledad a dichos eventos, en este caso me encontré en una supuesta fiesta de despedida: carteles, globos, sangría, cervezas, ganchitos y música: y la gente conversaba entre ellos, hasta a uno se le cayó la botella de cerveza y organizó un estropicio, y había parejas que se echaron un baile. Y yo me sentía como la única pieza que no acaba de encajar...
Hasta que se apagaron las luces, y empezó la función. Pero se volvieron a encender, y nos encontramos de nuevo en una fiesta. A la segunda intervención, ya no tenía muy claro quién estaba de qué bando: quiénes eran realmente público o actores camuflados. Sin darte cuenta, estabas metido en la historia, evaluando la calidad interpretativa de los tres actores (finalmente "solo" eran tres), y de alguna manera interactuando: como cuando se me abrazó uno de los actores y me preguntó que si lo estaba pasando bien. La acción de la obra dejó de desarrollarse en un extremo de la sala para empezar justo en el medio del corrillo de público e invitados a la fiesta de despedida, que nos íbamos acercando o apartando según la acción lo requería.
Puede que el guión no sea excepcional, puede que se trataran muchos tópicos de nuestra sociedad (aborto, educación, residencias de ancianos, homosexualidad) de una manera un tanto tópica. Pero al menos desde mi opinión de espectadora, al estar metidos e hilvanados en la conversación y en la fiesta, cobraban realidad y peso y volumen, y te hacías a la idea de los sufrimientos internos de cada personaje. Y al final, quedaba lo más importante: que puedes elegir a tus amigos, pero los hermanos que tienes te vienen ya dados, por lo que es normal que no te lleves bien con ellos, pero siempre serán más que amigos precisamente porque no les has elegido.
Conclusión: volveré pronto al teatro (I wish).
Conclusión: volveré pronto al teatro (I wish).
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