17 julio 2018

El subidón

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Llega después de una época mala... Igual que esta, llega sin avisar. De repente me siento llena de vida. Las dificultades insalvables se convierten en anécdotas. Paso a estar en la cresta de la ola. Cuanto más bajo he caído más alto subo. Tengo ganas de comerme el mundo y sé que, al menos por hoy, no pillaré una indigestión. Duermo bien, como bien, me relaciono más o menos bien. Y tengo unas ganas inmensas de vivir, de disfrutar sacando el máximo jugo posible. Es temporada alta de planes que se habían quedado estancados pero también de planes nuevos que pueblan mi cabeza y me aceleran tanto que, a veces, me cuesta serenarme y relajarme. Ha llegado, para quedarse un tiempo, la radiactividad: desprendo energía a mi alrededor. Prendo fuego a todo lo que toco. 

Es la hora de aprovechar el subidón para escribir, para organizar BCNspiracy, para quedar con amigos a los que tenía más abandonados, ¡para apuntarse a viajes incluso! Y para soñar que las nubes no volverán. 

Sé que no es un estado "normal", igual que percibo que estar de bajón tampoco lo es. Pero he estado tan mal que se agradece este huracán de ideas y fuerzas, esta pausa de hiperactividad absoluta. Hago acopio de ánimos para cuando falten. A veces me acelero tanto que mi familia no me aguanta más y mi psiquiatra se asusta: si me paso de vueltas podría ser un episodio de manía y entonces mi diagnóstico cambiaría a trastorno bipolar. De momento no me ha pasado.

Quizá es que como Ícaro me acerco demasiado al Sol en esta etapa, hasta que se me queman las alas y caigo al abismo, un abismo que parece más profundo cuanto más he subido en esta montaña rusa que es mi vida. 


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