02 noviembre 2022

11 cumplevidas

 Quizá el año pasado era mejor momento de ponerse moñas que este, que al fin y al cabo no es un número tan redondo. Pero si algo voy aprendiendo es que la vida y una misma tienen otros tiempos a los marcados por números y redondeces. Total, que me apetecía celebrar por aquí que hace 11 años que no morí

En Twitter he convertido en una tradición celebrar la vida cada 2 de noviembre recordando el poema de John Donne. Este año lo incluyo también por aquí para explayarme mejor porque estos 11 años han sido alucinantes*.

Ese alucinantes lleva asterisco, porque sí, ha habido momentos y momentos y más momentos (y más y más y más y prometo que ya paro...). Sin embargo, en general estoy muy feliz del camino recorrido: de la curva de aprendizaje y autoconocimiento, del desarrollo de herramientas, de todas las personas que estáis en mi vida, de los logros y las limitaciones, de tanto y tanto cariño. Puedo decir que, aunque no lo sabía ni podía imaginar entonces, hace 11 años, empecé a vivir. Y estoy inmensamente agradecida.

Pero hoy, además de expresar este agradecimiento, quiero denunciar (otra vez) el estigma que rodea a las enfermedades mentales y al suicidio. Porque recientemente he tenido que aguantar escuchar que, frente al sufrimiento de la vida, el suicidio es la vía fácil. Y por ahí no paso. Ni. De. Coña.

Sé, porque recuerdo como era yo antes de decidir suicidarme, que es muy difícil comprender que lleva a una persona a tomar ese camino. Que, por regla general, nos consideramos incapaces de llevar a cabo esa acción. ¡Y es cierto! Ni siquiera sé si yo hubiera sido capaz de hacerlo aquel aciago 2 de noviembre porque antes de intentarlo ingresé en el hospital. No tiene sentido darle vueltas a si, finalmente, lo hubiera hecho o no, porque lo cierto es que no pasó. Pero, la diferencia es que yo sé que, con la presencia de ciertos ingredientes, sí podría encontrarme de nuevo en una situación en la que fuera capaz de intentarlo y conseguirlo.

En esa conversación argumenté que no era una decisión libre. Había quien no lo entendía porque al final eres tú quien realiza la acción final. Me contestaron que, precisamente, por la ausencia de libertad era la decisión fácil. Yo mantengo que no hay libertad en uno o en su opuesto: es decir, no hay libertad para decidir si sí o si no.

¿Puede un enfermo de cáncer decidir si la quimio le hace efecto o no? ¿Puede un diabético autorregular sus niveles de glucosa en sangre por pura decisión libre? ¿Puede un esquizofrénico dejar de oír las voces en su cabeza en pleno brote psicótico porque lo decida? No. Lo que sí pueden hacer es tomar la medicación. Ya si funciona o no, escapa de sus posibilidades.

Pues yo mantengo que las personas depresivas tampoco eligen oír esa voz interior que les incita a acabar con su vida. Tolstoi lo describe fenomenal: 

Me venía la idea del suicidio de modo tan natural como antes los pensamientos para mejorar la vida. La idea era tan seductora que tuve que usar argucias contra mí mismo para no realizarla con demasiada precipitación.

Ojalá vosotros, queridos lectores, nunca hayáis tenido ese pánico de encontrarte un día en tu cabeza con esa idea de matarte que a duras penas puedes controlar. Porque yo recuerdo el día que quise cruzar el semáforo en rojo, una idea de la que apenas fui consciente hasta estar moviendo mis pies en dirección a la carretera (recordaré siempre el lugar en que ocurrió). Y también recuerdo cómo le di a la directora de mi Colegio Mayor las pastillas antidepresivas porque no sabía si se me iba a "ir la olla" y tomármelas porque sí. Y, por supuesto, recuerdo esa compulsión tan fuerte que casi puede conmigo de saltar por la ventana o hacer cualquier cosa que acabara con mi vida y de ese esfuerzo por distraerme leyendo de la torrefacción de la biomasa, una y otra vez las mismas líneas.

Me gustaría transmitir y remarcar que, antes de pasar mínimamente a mi consciencia, fue algo que se me ocurrió así, de golpe, sin haberlo buscado ni pensado antes (que yo recuerde), y que se me representó con tanta fuerza que me sentí llamada a hacerlo aun antes de ser consciente de que ese pensamiento estaba en mi cabeza sugiriéndome acciones "automáticas".

No. No creo que se pueda elegir apagar esa voz en tu cabeza que te dice que eres la causa no solo de tus propios sufrimientos inenarrables, sino de los que provocas en las personas que te quieren. No se puede elegir no escuchar que sobras en este mundo, que estaría mucho mejor sin ti, que sin ti se acaba el sufrimiento de tus seres queridos. No puedes elegir no estar convencida de que eres un error de Dios (si eres creyente).

Así que tengo clarísimo que a una persona en esas circunstancias no le puedes hablar de libertad y de decisiones fáciles. Es verdad que cada persona es un mundo, y mi experiencia es única e intransferible, pero ¿sabéis qué fue lo más consolador que me dijeron en los 26 días que estuve ingresada? Simplemente que las ideas de muerte y suicidio eran un síntoma grave de la enfermedad que tenía.

Yo no era un bicho raro, una chica con pocas luces, estaba totalmente tarada o era una pecadora irredimible. Yo me encontraba inmersa en una enfermedad terrible. Y punto. No sé si os podéis imaginar qué sensación de alivio me inundó. Y eso fue a lo que me agarré cuando me puse a leer sobre la torrefacción de la biomasa para no saltar por la ventana.

Yo no me “salvé” por ser fuerte, por tomar una decisión “libre” que me alejara de la vía “fácil”. No. Yo estoy hoy aquí, publicando este texto, porque tuve en 2011 (y en los años de después) una red de apoyo familiar y de amigos y porque pude tener acceso a sanidad privada. Punto. No puedo juzgar a las personas que no han tenido mi “suerte” (joder, NO es suerte, debería ser un derecho contar con atención sanitaria universal de calidad). No puedo y no lo haré.

Tampoco quiero que esto parezca como que yo era una santa, víctima de prejuicios de la sociedad o de mi propia historia. Lo cierto es que yo era insoportable en esta época. Mi hermana Carmen, que entonces tenía 13 años, me tenía miedo hasta para darme un recado como “la comida está lista”. Yo pasaba de la ira descontrolada al arrepentimiento más feroz por haber actuado de forma tan irracional causando daño en la gente. Tenía las emociones a flor de piel, de manera que podía contradecirme de minuto a minuto según me dictara la emoción predominante en mí en ese momento. Era una persona super absorbente, que exigía atención, comprensión y cariño casi continuo. También quería que me dieran la razón porque ¡yo la tenía (en mi cabeza)! Era el resto del mundo quien se equivocaba. Y, por supuesto, en mi decisión de suicidarme hubo también rabia y rencor, aunque lo que sobresale más en mi recuerdo es el hecho de no poder más, no ser capaz ya de seguir afrontando pequeñas cosas que me resultaban tareas titánicas lejos del alcance de las fuerzas que yo ya no tenía.

Por eso, vuelvo al origen de lo que pretendía ser este texto: expresar mi agradecimiento a las personas que permanecieron a mi lado. A las que siguen, a las que se tuvieron que alejar para no verse arrastradas en mi montaña rusa, a las que yo aparté por motivos totalmente ilógicos, a las que he conocido después y que me han acompañado posteriormente en otros momentos críticos (ver los enlaces de arriba, del asterisco de los alucinantes 11 años).

Así que ¡basta de hablar de mí! Este undécimo cumplevida quiero poner el acento en vosotros. En los que me acompañáis cada día en este periplo. En los que me habéis convertido en superhéroe. Porque os puedo decir con IZAL que 

si me vuelvo a quedar desnuda y muerta en la calle y si me vuelve a atrapar la vida entre sus fauces, regresaré a aquel lugar, el día en que me salvasteis cuando os hicisteis hogar y estabais en todas partes.

Y es que si creo tener algo claro es saber qué personas forman parte de mi hogar y a quiénes puedo realmente acudir cuando todo se tuerce y, peor aún, cuando soy yo la que me tuerzo. 

Aunque más que la canción de IZAL, hoy prefiero dedicaros esta otra canción: GRACIAS POR TANTO.


Nos seguimos viendo en la vida y espero que en muchos cumplevidas más. Un abrazo inmenso. GRACIAS POR SER PARTE DE MÍ.

P.D.: El otro día leí esto sobre el suicidio que os puede interesar :) Repensando la prevención del suicidio

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