La semana pasada nevó en la provincia de Barcelona, como puede suceder, justo era el día que necesitaba llegar a la capital para examinarme de inglés. Esta historia podría haber acabado . Con las mal, mojada, aterida, impuntual, disgustada,... Pero el sol, y acabó siendo un día de encuentros, risas, recados variados. A las 12 de la noche me dieron ganas de tuitear que había sido un sábado redondo. Redondo en sentido circular, de manera que no sabes qué es mejor si el principio o el final.
Cayó tanta nieve en poco tiempo que hasta alguien con mis prisas no tenía más remedio que darse cuenta. Al salir del examen no quedaba ni rastro de que hubiera nevado, así que quedó en una anécdota inesperada. El sábado 23 empecé Los Santos Inocentes de Miguel Delibes y acabé de un tirón Un paso atrás de EGM (igual le parecía mal que le ponga al mismo nivel que el gran Delibes, pero yo no funciono por niveles).
Al igual que con Shakespeare creo que no empecé por el libro adecuado: para disfrutar Cinco horas con Mario. Tenía que haber leído antes Señora de rojo sobre fondo gris, El príncipe destronado o Los Santos Inocentes, para entender que Delibes es un genio. Desde mi humilde opinión de mera lectora consumada, además de lo que un libro consigue transmitirte es importante lo que el autor quería transmitirte. Y Delibes aunque apunta certeramente, al menos en lo poco que he leído de él, en algunos usa escopetas de más calibre que dejan más fácil de seguirle el rastro. Debajo de esa forma de reproducir la forma coloquial de hablar y de pensar, queda la defensa de sus propias ideas, y destila cariño hacia la gente humilde, iletrada y también por los discapacitados. En su descripción ruda y sin omitir detalles desagradables, hay una mano firme, y si se me permite, de madre que intenta que su hijo se entere de lo dura que es la vida antes de que se estrelle o cometa un error irreparable. Nos deja retratados estereotipos pero encarnados en personajes muy reales.
Un paso atrás me gustó desde la dedicatoria a ese tercer hijo, hasta el punto final. EGM explica en el prólogo los motivos del título, y que se trata de una recopilación de artículos publicados en prensa que como no eran de rabiosa actualidad, se prestaban a recopilarse y formar un texto unitario. Por el método de las cerezas, ya vuelvo a tener rebosante mi lista de lecturas, alguna muestra Don Juan Tenorio, El veraneante perfecto de Fernando Ortiz, Cuaderno gris y Notas dispersas de Pla, El azul sobrante de Jiménez Lozano. Como siempre lo que más me engancha es esa manera de hilvanar el pensamiento profundísimo con una ocurrencia a carcajadas. Deja ganas de más, y para eso me queda su blog hasta que publiqué un libro nuevo.
Cayó tanta nieve en poco tiempo que hasta alguien con mis prisas no tenía más remedio que darse cuenta. Al salir del examen no quedaba ni rastro de que hubiera nevado, así que quedó en una anécdota inesperada. El sábado 23 empecé Los Santos Inocentes de Miguel Delibes y acabé de un tirón Un paso atrás de EGM (igual le parecía mal que le ponga al mismo nivel que el gran Delibes, pero yo no funciono por niveles).
Al igual que con Shakespeare creo que no empecé por el libro adecuado: para disfrutar Cinco horas con Mario. Tenía que haber leído antes Señora de rojo sobre fondo gris, El príncipe destronado o Los Santos Inocentes, para entender que Delibes es un genio. Desde mi humilde opinión de mera lectora consumada, además de lo que un libro consigue transmitirte es importante lo que el autor quería transmitirte. Y Delibes aunque apunta certeramente, al menos en lo poco que he leído de él, en algunos usa escopetas de más calibre que dejan más fácil de seguirle el rastro. Debajo de esa forma de reproducir la forma coloquial de hablar y de pensar, queda la defensa de sus propias ideas, y destila cariño hacia la gente humilde, iletrada y también por los discapacitados. En su descripción ruda y sin omitir detalles desagradables, hay una mano firme, y si se me permite, de madre que intenta que su hijo se entere de lo dura que es la vida antes de que se estrelle o cometa un error irreparable. Nos deja retratados estereotipos pero encarnados en personajes muy reales.
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