13 marzo 2013

El joven rico

Vía
No es justo explicar el caso del joven rico del Evangelio, suponiendo que por su falta de valor y generosidad en seguir a Cristo pobre se condenó, y en esta forma aplicar el caso a quien no sigue un estado de vida más perfecto. Y quienes lo hacen no se dan cuenta de que aplicado y explicado así el paso evangélico, desaparece aquel Jesús bueno como le llama el mismo joven, y más bien deja entrever un Jesús rencoroso y vengativo que un Jesús Bueno y humilde, tal como es en realidad. Jesús quedó prendado de aquel joven, nos dice el Evangelio, por haber sido un fiel cumplidor de los Mandamientos desde su más tierna edad. Le ofreció un lugar en su compañía apostólica, entre sus discípulos. Se dolió de su apego a las riquezas y de su cobardía en no saberlas dejar. ¿Por qué habría de abandonarle y dejar que se condenara? Ya es grande daño el que se hizo el mismo joven por su falta de generosidad, pues siguiendo con abnegación a Jesús hubiera sido tal vez un apóstol, un mártir, un obispo, un santo que quizá veneraríamos hoy en los altares; mientras que ahora es un joven innominado de vida desconocida. No hay, pues, por qué añadir a la pérdida de las gracias que hubiera tenido siguiendo a Jesús la pérdida de las gracias que tuvo fielmente sirviendo fielmente a Dios en su cada desde la infancia.

[De las vocaciones a los diferentes estados de vida, según el espíritu de San Francisco de Sales, Eubaldo Serra, Editorial Balmes]

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