No mola en absoluto
sospechar que mis prójimos
son ladrones. Me hace
sentir despreciable,
y más aún cuando acierto.
No mola traslucir desconfianza
y sacar mi miedo
cuando me preguntan
por la calle, cuando
me piden los mendigos.
No mola decir que no,
porque yo no pueda hacerlo
o porque no sepa si me
engañan.
No mola centrar mi atención
en quién se sienta a mi lado,
y dónde tengo el bolso,
en vez de leer mi libro.
No mola no mirar a los ojos
a la gente que te aborda
y salir huyendo con el rabo
entre las piernas, porque sé
que son personas (otros-yo
proyectados que buscan
desesperadamente comprensión).
No mola ser inútil en interpretar
miradas, y carecer de sentido
de orientación para fijarse en las almas.
Si además, soy torpe de expresión,
si encima he visto robar varias veces...
Pero no me mola juzgar
si tiene pinta de chorizo,
de político,
de violador o asesino,
ni andar por este mundo
como si no fuera territorio
mío, vigilando por mi vida.
Digo que no mola en absoluto.
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