Los propósitos están para romperlos. Me tienen de nuevo por aquí con una reseña:
Inconscientemente asociaba en mi cabeza que
una joya literaria lo era ante todo porque facilitaba la lectura, si no de esta
época, sí en la que se escribió. Pero no tiene por qué. He aprendido la lección
de que un buen libro es aquel que hay que leerlo dos veces seguidas para pillar
de qué va (no me refiero a la temática sino a la intención del escritor), y la
segunda vez no se hace para nada pesada: es la primera vez que te fijas en los
detalles minúsculos e importantes. El
azul sobrante de José Jiménez Lozano es un conjunto de cuentos agridulces,
que en un principio, me recordaban a Allan Poe, Truman o Waugh, y entre el
desentrenamiento por leer demasiada ciencia ficción (me temo que son los
modernos libros de caballerías contra los que previno Cervantes, y que voy a
dejar de leerlos) y que mis ratos de lectura sean apenas cinco minutos
manteniendo el equilibrio en un autobús hasta los topes o metida en la cama a
la luz del flexo. Para leer bien un buen libro, hace falta varias horas de una
tarde o de un viaje largo. Tampoco suelo vencer la tentación fácil de leer la
blogosfera, en vez de acudir a mis clásicos como Shakespeare, García-Máiquez,
Delibes, Chesterton, Lewis, y ahora también incluyo a Jiménez Lozano.
Vía |
El azul sobrante es un libro para leer sin prisas,
despacio, paladeando situaciones surrealistas, explicadas con mimo y descubrir
las lágrimas de Nadejda “por el hecho de que los verdugos no leen nada que
pueda humanizarles, y todavía lloro”. En la segunda re-lectura (gracias todo al
prólogo, para mí epílogo y nuevo prólogo, de Guadalupe Arbona Abascal), me he
emocionado con alguno de los relatos, y me resulta gracioso ese cariño que hace
ver a los ángeles como muchachos marroquíes, y que todos los personajes con
alguna deformación física sean bellísimos: ¡así tendríamos que mirar la
realidad! Me ha servido para quitarme el gusto amargo y quedarme con el azul
sobrante yo también para en mi juicio particular tener bien el decorado final.
Dejo un par de fragmentos por si alguien se
anima a leerlo, yo ya estoy buscando el resto de sus libros.
"Ella, Doris, ya hacía tiempo que había echado
sus cuentas, y, cuando tenía invitados, alquilaba un mayordomo y un mozo de
comedor entre graduados universitarios, gracias al paro por la superoferta
intelectual que había. Y, aunque esos chicos procedían todos ellos de la clase
trabajadora o de la clase media baja, y habían hecho sus estudios con becas,
tenían modales perfectos, y, a veces resultaban extraordinariamente atractivos."
***
"Y entonces miró a los turistas a la cara, y
añadió:
-Pero ya sabemos que eso era antes, y que hoy
los amantes no hubieran podido envenenar al marido de ella, porque su marido,
mucho antes de que lo pensara, ya la hubiera matado a ella, como es ahora
costumbre.
-¿Cómo? ¿Cómo?-preguntaron ellos-. ¿Cómo que
es costumbre?
-Pues sí señora-contestó la señora Josefa,
dirigiéndose a la mujer-. No era costumbre pero ahora lo es, y se llama
“violencia de género”, que es como una peste que ha entrado en los hombres,
que, en cuanto ven la mínima en su mujer, la matan, y ya está.
-A veces, se intenta suicidar luego el
marido-terció la señora Tecla desde el grupo de mujeres que seguían cosiendo.
-Pero eso lo hacen solo para disimular y
quedar bien-contestó la señora Josefa."
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