Tengo cuentas
pendientes
con mi pasado,
causa de
mi presente de
hoy.
Presento acusación
formal,
bien fundada de
que es culpable
de mi desastre
actual.
Y no me valen las
excusas
gastadas de hace
tiempo
de que mi carácter
es de tal
o cual manera, de
que estaba
predispuesta a que
ocurriera
así.
Porque entonces yo
respondo:
¿por qué esto?,
y ¿por qué lo otro?
¿Por qué no
tuve...? ¿Por qué no se me dijo...?
Presentaré
pruebas irrefutables
que merecerán la
cadena perpetua
inexistente.
Tardé aprendí la
rebelión,
eso sí, podéis
decirme...
¿Qué sabía yo?
Ahora bien: ya no
me callareis.
Me habéis animado
a hablar
y hablando
(escribiendo) moriré.
No matareis la
palabra, no,
porque no es
posible,
y en lo escrito
estará
mi grito mudo
denunciando
que no es justo,
acribillando las
sentencias
que formáis de mi
carácter.
No me conocéis...
Sabed que no me
rindo.
Que estoy
despierta,
¡me habéis
despertado
a base de tortas!
Y no dormiré más
hasta los gusanos,
sabed también.
En lo que me resta
de viviente,
veréis
presente la queja,
la revuelta, los
ideales
sin mancillar, y
los golpetazos
que me dáis...
Sí, todo eso
traigo
grabado a fuego
al juicio de mi
pasado.
Jueces y jurado,
tomen
asiento; decidan
si fue
o no lo que tenía
que haber
sido, y sobre
todo,
díganme el por
qué...
Aún cuando la
justicia
me sea
desfavorable,
no cesaré en mi
lucha:
preparaos para mis
barricadas,
mis granadas de
emociones
contenidas largo
tiempo,
la metralla de las
ideas
cocidas a fuego
lento,
y una resistencia
que no quebrará
la muerte.
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