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Cuidemos este son
se lee de un tirón, casi sin darte cuenta se te ha acabado y te
quedas mirando embobado al infinito. Es un libro de aperitivo: sirve
para abrir el apetito. Como encuentro con la poesía de José Luis
Tejada, de la generación de los 50, está muy bien, porque te quedan
ganas de empaparte en su poesía. Así que recogí de la estantería
una antología poética de su obra por Jaime Siles, y empecé a leer
otra vez. Situar a un poeta en su contexto, conocer su vida (aunque
sea bucando en Google), entender su simbología me parece cada vez
más importante. Y, entonces sí, empezar de nuevo la recopilación
de poemas. Pero no basta. José Luis Tejada escribe una poesía para
leer, y re-leer, para pensar y re-pensar. Estoy descubriendo una
enorme gama de poetas enamorados del color azul. Me gusta cómo se
encara con Dios por no ser más claro, porque cuesta creer, porque el
mundo es como es y no de otra manera. Me gusta su manera de querer,
de encontrar en la carne y el amor humano la manera mejor de intentar
saciar (sin conseguirlo del todo) la sed de infinito del poeta, y más
en general de cada hombre. Por eso, quizá los poemas que más me han
conmovido han sido Consolación por la carne, Oración por
los habitantes de la noche e
Hijo de la muerte. El primero
por esa exaltación del amor sexual que es camino para un amor
transcendente. El segundo por la ternura con que habla de la
prostitución, de las enfermeras,... El último porque es un llanto
por el hijo que no llegó a nacer, pero que ya era querido, que ya
tenía un nombre...
Os
dejo alguno de los poemas flamencos de Cuidemos este son.
Ojalá os animéis a conocer más a José Luis Tejada: un poeta que
hace reír, llorar, pensar, criticar, aprender, amar, y para ello
llega hasta las raíces de su sangre andaluza, y saca lo mejor de
ella y del lenguaje castellano.
Tengo pena porque tengo
y porque no tengo, más.
Porque si tuviera menos
tendría penas doblás.
*
Cuando a los pechos te pones
la cruz más bella que he visto,
me acuerdo de la de Cristo
en medio de dos ladrones
*
Te rocé y te fui queriendo
cada día un poco más.
¿Quién que te trate no acaba
tomándote voluntá?
*
Y entre toda esta alegría,
sólo una pena sin nombre,
no poder llamarte mía
*
Cada vez te quiero más,
y es que cada vez estoy
más cerca de tu verdad.
*
Calle de San Juan arriba.
De tanto quererte tanto,
cuesta abajo se me hacía.
*
Ganas me dan de morir
pa que en la vida no tengas
nadie con quien discutir.
*
El que quiere amar, ya ama,
quien sopla sobre el rescoldo
lo va convirtiendo en llama.
*
Yo no le temo al morir,
porque en los hijos me queda
otro modo de vivir.
*
Métete en mi sueño.
Nos será más fácil caminar dormidos
juntos, que despiertos.
(…)
*
Quise enseñarte a leer.
Como Pepa te llamabas,
nos quedamos en la pe.
*
Volvió de Cuba
borracho y verde
como la uva.
*
Este mendigo bobo
vino a pedirme.
Por no dárselo todo
tuve que irme.
Yo no sabía
que detrás el mendigo
se me venía.
Me ha gustado este verso: "El que quiere amar, ya ama,/quien sopla sobre el rescoldo/lo va convirtiendo en llama".
ResponderEliminarComo ves, me estoy esforzando en leerlo todo, y no sólo las entradas de Ciencia. La vida ya no me da para comentarlas todas.
jajaja, ¡muchas gracias, Leti! Se agradece el esfuerzo... Me quedo con la pena de que son las de "letras" las que no leen las entradas de Ciencia, y que dejas tu blog..., sniff, sniff.
ResponderEliminarPor lo demás, te recomiendo leer poesía!!!