27 mayo 2012

Romance adolescente


¡Hay que ver! Si fuiste tú el que tenías
prisas, el que adelantaba los tiempos,
sin querer hablar de negros presentimientos,
sin dar lugar a pausas, nunca te detenías.

Eras tú el que insistías e insistías
en que fuera tuya y tú mío, mira
que yo bien podía haber esperado
mejores momentos...., y no, que
tú tenías prisa de poseer mi sombra,
ser mi pasado, presente y formar
mi futuro, aún incierto.

Mira que fuiste tú quien te empeñaste,
que ya decían todos que qué jóvenes
éramos, tras el noviazgo de tres años
y medio, en medio del amor adolescente
irnos a empezar un nuevo mundo
con apenas dieciocho años y medio.

Que me fiara de tu experiencia,
reías sin parar mirando al firmamento,
y yo tan locamente enamorada
de tu risa, de tus propósitos firmes
sin fundamento...

Y ahora, cuando yo te sigo el juego,
eres tú quien cambia el ritmo.
No te has frenado, no, pero estás
más serio, no quieres soñar ya
con estrellas. Ahora que lo tienes
todo, que ya no me queda nada
más por darte..., me dices que
esperemos. Que no hay que
precipitarse, que toda la vida
es mucho tiempo, que todavía
soy una cría que no entiendo de sentimientos.
¡Será posible que dilates
por más tiempo la espera!
¿¡Cómo me puedes hacer esto?!

Te pregunto de rodillas
con los ojos muy abiertos
para estrecharte entero,
para obligarte..., y no,
que tú siempre eres quién decide
y yo la que te sigue hasta
las mismas puertas del infierno.

Mira, quizá no entendí las prisas,
pero entiendo menos esto.
Que me dejes tan sola, después
de pedírmelo todo, después de ser
tú mi todo, para que según tú
maduremos este amor que va
empezando...

¿No lo entiendes? Que yo
ya no sé seguir viviendo...
Que me lo enseñaste todo,
¿cómo hacer para olvidarlo?
Que yo sin ti no quiero
ni la vida ni la nada,
ni la eternidad ni un sueño.
Que a mí me bastaba solo
con tenerte y que me
tuvieras, que no sé lo
que pretendes, que a ti
no hay quien te entienda.

Y te ríes tú de mi impaciencia,
porque tienes ya en tus manos
mi “para siempre”, y me dices,
guiñándome un ojo que si me
fío de ti, y lo dices serio.
Yo no sé qué contestarte...
No sé cómo esperarte más tiempo...

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