Siempre huía de ti,
corriendo si era preciso
(y eso que odiaba el deporte
casi tanto como ahora),
por esquiva, por mentirosa...
Y es que no sabía nada
de la musicalidad de tu lenguaje,
de las cosas escondidas,
del misterio, la metáfora
y la paradoja.
Solo tú me separabas
de mi carrera filológica,
ya ha tiempo abandonada.
Años de luchar contra ti,
con tu métrica, tus recursos
¿aliteración? ¿híperbaton?
¿polisíndeton? Y soneto,
copla manriqueña y
décima o espinela.
Sientiéndome sorda entre
los que oyen, y ciega entre
los que ven, te desprecié
por bruja: porque no
te podía entender.
No tenías un comienzo,
ni seguías un hilo argumental:
eras loca, a veces querías
decir lo contrario de lo que
estabas diciendo...
Por fin vuelvo a ti
porque necesito
lo que antes no entendía
(y ahora tan-poco).
Que solo en la paradoja
se entiende el ser humano,
¡si es que se entiende
de alguna forma!
Y me aprovecho de
tu nombre para vaciar
el alma de pesares
y esperanzas, todo tan
revuelto, como tú misma.
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