17 junio 2012

Contrastes

Viernes. Salgo antes de lo que esperaba. Bueno, ya que llevo bocatas me los como, y luego me subo en el autobús dispuesta a seguir leyendo a Trapiello. No contaba con que es el último día de la Selectividad. Se suben un montón de gente ruidosa que acaba de terminar exámenes. Pero como les he adelantado, consigo sentarme y me dispongo a leer. Son demasiados. Se me sienta uno al lado, que habla a voz en grito con el que tengo detrás, que me echa su aliento en la nuca. Intento coger el ritmo del verso, entre su conversación:

- ¿Qué tal?
- No lo sé. en economía y en inglés me la he jugado. Pero me da igual... No pienso repetir, si no ya haré Grado Superior.
-Tú..., yo no he pedido plaza.
-¿No?
-Es broma, sí he pedido: para la universidad y para Grado Superior
(Me pregunto si no es mejor que se vayan directamente a Formación Profesional, en vez de entrar con un 4 raspado a la Universidad, que se ve que no les importa ni la valoran).
Pasan a hablar de videojuegos, a darse las claves, uno cuenta que juega en Internet, cómo le insultan si hay españoles también jugando on line. 

Imposible leer poesía. ¡Qué ganas de llegar a mi parada, y deshacerme de tanto adolescente junto! ¿Poesía con Selectividad? ¿Poesía con videojuegos? ¿Poesía con ruidos?

*
Toca que me quiten los puntos de la muela. Hace ya casi una semana que me sacaron la muela del juicio. Me sientan en el temido sillón del dentista, y me hacen abrir la boca (Joerrr..., que tengo el músculo anquilosado, que no puedo abrir más). El dentista empieza a trabajar como puede... Se pone a hablarme a mí y a la enfermera: "¡Vaya!, a cicatrizado la encía encima del punto... Pues va a ser difícil sacarlo. No sé cómo lo voy a hacer", y demás frases por el estilo, mientras sé que está maniobrando al fondo de mi boca (dice que debajo de mi oreja), y cada dos por tres pregunta: "¿Te hago daño?".

No tiene poderes de leer mi pensamiento... Menos mal. No, no hace daño, no más del que he pasado esta semana al intentar comer. ¿Quiere acabar de una vez, y dejar de contarme lo difícil que es? ¿No se da cuenta de que me va metiendo el miedo en el cuerpo? ¿Qué todo eso me lo puede contar una vez haya terminado pero no mientras?

No se lo digo porque con la boca abierta no puedo hablar...

*
Hace un día lluvioso. Hemos bajado la canoa hasta la orilla. Estamos cansados, pero nos subimos los tres. Mi hermano nos explica y da órdenes desde atrás. Cuando nos acercamos a la isla, cerca de donde se sale de la bahía, se nota con más fuerza las olas que nos pasan por debajo. Llegamos. Mi hermana se le ocurre bajarse de la canoa sentándose en el borde, y allí va la mochila de la comida flotando sobre el agua, me da tiempo a agarrarla. Subimos la canoa cuesta arriba, y me siento sin resuello. Demasiado esfuerzo físico para mí que odio el deporte. Estoy calada de cintura para abajo. Desde donde estoy sentada, se ve la ciudad, el monte verde, la playa, y fuera de la bahía el mar que se va alborotando. ¡Qué fácil pensar en Alberti! Y también en El Señor de los Anillos, en las aguas del río que se transforman en caballos. Porque las olas podrían confundirse con caballos. Después de tanto esfuerzo y movimiento y mojadura, solo el sonido de las gaviotas, las olas que rompen allá lejos y quedarse sentada viéndolo todo.

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