Hay que aprender,
la vida enseña a mirar la vida
solo al que está atento
y preparado
(yo he aprendido tarde).
En la calle se encuentran
las respuestas a tus interrogantes,
lo creas o no, el paisaje de ventanilla
es paseo, una carrera, una conversación
con el aire de la mañana.
Empezamos el día desayunando
un rayo de sol o una gotita de lluvia
(no hay que ayunar en caso de
granizo o de nieve).
También nosotros hacemos
la fotosíntesis, lo descubrí
hace tiempo...
Pero salta ya a la calle:
aprende la velocidad, las pausas
y los silencios del tráfico humano.
La pobreza de los árboles en otoño
que se despojan de lo superfluo
para fertilizar el suelo,
una noche de luna gratis
¡con cráteres incluidos!
Y el sueño que no llega
para despertarte de una pesadilla
o quizá por el ladrido de medianoche:
los lobos cantan a la hechicera
y los poetas les escuchan.
La luz que te deslumbra,
el tinte de la cerveza, olor
a tabaco y a infusiones,
personas caminando a tu lado,
que no conoces ni conocerás.
¿No te asombra que sus
vidas tengan tan poco que ver
con la tuya, con la mía?
Aunque a veces nos entrecruzamos
y eso es aún más estremecedor,
¿qué pasa si no hubiéramos hablado?
¿Qué pasa si fuera otro y no aquel?
¿Y si nunca nos hubiéramos
conocido? ¿Habríamos existido
aún así? ¿O seguiríamos soñando
en un mañana de encuentro?
Sí, todo es tan cercano
como una mirada, pero
hay que saberlo y quererlo
y hacerlo. ¿Quieres?
Aunque sea superfluo y circunstancial, me alegro que aprendieras que nosotros también hacemos la fotosíntesis... Estoy orgullosa de ti.
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