Estos poemas los escogí pensando en el humilde escudero de Sir Lancelot:
CASTOR Y POLUX (Víctor Botas)
¿Habráse visto jeta semejante,
peor educación: venir así, sin previo
aviso, sin ni siquiera el clásico ¿podríamos
pasar? Nada
de nada: cogen,
se te plantan en casa, en plena
noche (a pares
para mayor escarnio), y ya está: se acabó
la paz.
Berrean, mil veces
se te cagan, rompen
las porcelanas, te
adjudican un mote (valiente
urbanidad la de estos mamarrachos
repelentes monstruos): papi, papín, papilla,
papitita, papaco.
Y tú
enfebrecido, muerto
de sueño, con dolores
de espalda, demacrado,
terminas
-¡oh eterno masoquista!-
tan jodido
y feliz
como furcia de hotel en noche de congreso.
LA DESPEDIDA DEL FANTASMA
(Juan Lamillar)
Ya no vendré más a
molestaros.
Ya no más en la noche los
extraños ruidos,
las luces que se encienden
a solas, inseguras.
Adiós al tintineo de la
cerámica
y a la risa sorpresa de
los cuadros.
Adiós a los cuidados y
amorosos desvelos
con que cerrabais puertas
y ventanas
y mirabais los muebles con
lenta incertidumbre.
Ya no veréis mis huellas
imprevistas
-leves huellas, de
acuerdo-sobre el sillón,
a un lado la ginebra y el
suplemento semanal.
Amé vuestras costumbres,
que siempre interrumpía.
Gocé las desnudeces que a
veces me obsequiabais,
cuando al salir del baño
os quedabais atentos,
escuchando mi risa apenas
perceptible.
Yo corregía poemas
olvidados
y añadía precisión a
los artículos
interrumpidos en la noche.
Deslicé alguna vez fechas
falsas,
algún dato espectral e
inexacto:
ni siquiera cobraba mis
disfraces.
Jamás tuve la idea de
aparecerme
en sábana interior: casto
y sencillo
vagaba en ese limbo que
son las casas cultas:
drama en la biblioteca
al no encontrar el
Libro de los Muertos
(me entretuve leyendo
Pedro Páramo).
Para no despertaros, me
puse auriculares
cuando quise escuchar la
colección de Requiems
(la versión de Mozart,
excesiva y romántica).
No tengo tiempo ya de
ordenaros el álbum
de las fotografías:
amigos y viajes.
Dejo ya de inquietaros:
conozco demasiado de
vosotros,
y ahora que acaba junio
debo vagar por playas
y otros sitios propicios a
las apariciones.
Adiós, adiós, amantes,
para los que fui
invisible:
espero saludaros en
cualquier otra vida.
UN CUENTO DE TERROR (Carlos Marzal)
Ante su ofrecimiento, me acerqué
cauteloso,
después de aventurar un comentario
acerca de la vida futura:
Nadie puede saber lo que le aguarda,
dije.
(Cuando queremos
ser corteses,
solemos resultar
irresponsables).
El día estaba en
calma y su luz era un bálsamo.
Aproximé mi oído
un poco más,
y cuando quise
darme cuenta
era ya demasiado
tarde, nuevamente,
para enmendar un
acto de este mundo.
Dejó de ser el
día. La luz dejó de ser.
Escuché el
pesaroso transcurrir del tiempo,
su arrastrar de
cadenas sobre el fango.
Escuché gritos en
medio de la lucha
y el torpe resonar
de cuerpos derribados.
Oí el fluir del
mal, y también de la sangre,
y el de la
enfermedad, que es el mal sin sentido.
Reconocí palabras
de un amor no usado
junto a las siempre
usadas palabras de amor.
Oí las voces de
los hombres,
y entre las de los
hombres, la voz mía.
Y el reptar del
olvido,
y el terco proceder
del infortunio,
y otra vez el amor,
y el olvido de nuevo.
Escuché mucho más,
y todo intolerable.
Aparté mi cabeza.
Sentí vértigo.
No podía concebir
que aquello fuese
el latido elemental
de un cuerpo.
Ya nunca acercaré
el oído
al vientre de una
mujer encinta.
------------------------------------------------------
¿Acierto si digo que la de en medio más? ;)
No sé si aciertas: es la que me hace más gracia, pero la que menos me hace pensar. Quizá por eso me ha gustado también la última, y su final inesperado (al menos para mí).
ResponderEliminar¡Gracias por este regalo!
Hmmm..., es interesante que recalques las dos vertientes que produce la poesía: el divertimento y el hacer pensar. Concuerdo con la última, de hecho, fue la que escogí para un recital de poesía, aunque la del fantasma me resulta muy tierna...
EliminarUn saludo!!!