¡Y encima no es a la primera!
Sino en la segunda cuando
me empieza a gustar, o quizá
en la tercera (¿este lo había leído?,
¿cómo no me fijé?, ¿por qué
no me di cuenta?).
Así, cada vez que re-leo
ya he olvidado el argumento
pero no al poeta, y disfruto
nuevamente.
Ya sé que últimamente
estoy más despistada,
que puede que tenga
que leer dos o tres
veces un verso denso...
También que soy una
bomba explosiva
y que depende mucho
de en qué momento
me pille por sorpresa:
si es de malas, malas,
si es de buenas, bueno.
A ratos a carcajadas,
otras hondo, otras llorando.
Con el corazón ardiendo,
con la tristeza helándome
los huesos, con el cansancio
a cuestas, con el insomnio
de las noches y los duermevelas.
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