Uno
de los temas en que me ha hecho pensar el libro de Hombres de
ciencia, hombres de fe (ya avisé
de que me serviría para varias entradas) es en el método
científico, y en las relaciones entre ciencia, razón y fe.
Creo
que en nuestra época hemos superado en buena parte el cientificismo
que proclama que el único modo de conocer la verdad es mediante
datos empíricos. Por mucho que la neurología haya avanzado tanto,
nos negamos a aceptar que lo que produce en mí leer poesía,
contemplar o hacer una obra de arte, o amar a una persona, sea
cuestión de simples conexiones neuronales. Sí, es cierto esas
conexiones neuronales son indispensables para realizar los actos
antes descritos, pero no es su causa ni los explica...
Ángel
Guerra Sierra dice: “La ciencia empírica no es la única vía de
conocimiento que tiene el hombre, y ni siquiera es la que más
utiliza. Se trata, nada más y nada menos, de un tipo de conocimiento
que difiere de otros por su total dependencia de la evidencia
empírica y de explicaciones verificables mediante la observación o
el experimento. Por ello, cuando se saca de este contexto, su rigor o
fuerza explicativa decaen o son nulos por completo.”
Leyendo
el libro me ha gustado encontrar que es un científico agnóstico, J.
Gould, el responsable del principio Nonoverlapping Magisteria
(NOMA) o Principio de Demarcación, con el que declara que no se
debe opinar en materia de religión con el método científico, ni en
materia de ciencia con el método teológico. Ángel Guerra Sierra
dice, “podría parecer que el Principio de Demarcación niega toda
posibilidad de diálogo entre estas tres disciplinas intelectuales.
Sin embargo, esto, aunque históricamente viene sucediendo y es
fuente de desafortunadas incomprensiones y dolorosos e infecundos
distanciamientos, va quedando cada vez más desfasado debido al
esfuerzo de bastante pensadores para encontrar puentes entre ellas,
en la búsqueda común del significado de las nuevas teorías
científicas. Sobre todo en las denominadas “cuestiones
fronterizas” o aquellas, como el origen del Universo, que son
abordadas tanto por la Ciencia como por la Filosofía o la Teología
desde perspectivas distintas y con metodologías diferentes. El
problema de estos puentes es que deben conectar disciplinas muy
diferentes, lo que es posible pero no sencillo.”
Quien
opina que la realidad solo se puede estudiar adecuadamente con el
método científico, se está perdiendo lo mejor de la realidad. Ya
decía Nietzsche que como mejor se entiende el hombre es con la
verdad literaria... Ángel Guerra Sierra va todavía más lejos y
tacha el cientificismo como castración intelectual.
Él
defiende que “Se vislumbra que ambas formas de saber, el científico
y el religioso, son dos tipos de conocimiento de diferentes
características y con métodos y lenguajes distintos entre los
cuales no sólo es desable sino imprescindible un diálogo franco.
Afortunadamente, va quedando trasnochada la actitud de quienes
consideran que son dos ámbitos que discurren paralelos y que nunca
llegarán a cruzarse.
Conservando
su propia independencia y autonomía, entre ciencia y religión hay
puentes sólidos por los que transitar; la convergencia es posible a
distintos niveles.”
Quizá
una tarea de los científicos del siglo XXI es encontrar y afianzar
esos puentes entre ciencia, razón y fe.
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