09 febrero 2012

Historia de los CFCs


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 Los clorofluorocarbonados (CFCs) se consideraban el invento del siglo. Para empezar cómo moléculas presentaban todas las especificaciones técnicas que se les podía exigir: eran fluidos fácilmente compresibles, es decir, se podían comprimir y descomprimir para conseguir refrigerar. Pero además, eran moléculas muy poco reactivas, lo que implicaba que no contaminaban.

Años después se descubrió el agujero en la capa de ozono. En realidad no es un agujero propiamente dicho, sino que en el Polo Norte, la capa de ozono había disminuido considerablemente su espesor. La destrucción del ozono es un proceso natural que ocurre anualmente en la atmósfera, concretamente en la estratosfera. El ozono se forma en la zona ecuatorial, y los vientos estratosféricos lo desplazan hacia los polos. En el Polo Norte se alcanzan temperaturas muy bajas en invierno, que hacen que se genere un vórtice de muy bajas temperaturas y que condensen las NEPs (Nubes estratosféricas polares). Hace tanto frío que condensan el ácido sulfúrico y el ácido nítrico. Son las condiciones ideales en las que se lleva a cabo la destrucción del ozono por reacciones radicalarias. Con la llegada de la primera se rompe el vórtice, y se regenera la capa de ozono con lo que se ha formado en el Ecuador.

Resulta que los fantásticos CFCs eran tan inertes que no reaccionaban en la atmósfera hasta llegar a la estratosfera, donde la radiación solar formaba radicales libres de cloro, tremendamente reactivos que atacaban la capà de ozono. Es decir, que lo que se consideraba una propiedad fantástica, era lo que los volvía peligrosos.

Con el protocolo de Montreal, los países se propusieron eliminar el uso de CFCs y lo hicieron. La capa de ozono ha prácticamente recuperado prácticamente su espesor normal. El problema de que se esté retrasando es que el calentamiento global provoca un aumento del tiempo que dura el vórtice en el Polo Norte, y que las temperaturas en el Polo Sur están bajando pudiendo llegar a formarse las NEPs también allí...

Pero mi reflexión hoy no me va por el calentamiento global, sino por el diseño de nuevos productos químicos. Productos necesarios para mantener el nivel de vida de la sociedad y ayudarla en su progreso, pero productos que pueden ser nocivos para el medio ambiente, y por tanto, para la humanidad. Porque la historia de los CFCs se puede repetir. Por desgracia, aunque la ciencia avanza y cada vez conocemos mejor el funcionamiento de nuestro planeta, este conocimiento es limitado y podemos liarla pero bien (como ya se ha demostrado en muchas, demasiadas ocasiones). No podemos olvidarnos que la ciencia es buena, pero ha de ser prudente, y cada vez tenemos que hacerla mejor.

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