Poner en verso una vida,
¿no es demasiado atrevimiento?,
y si esa vida es la mía...
¿Me atrevería?
Me atrevo.
¿Cómo si no,
explicar lo que me pasa
cuando llega la noche,
y siento despertarme,
y por primera vez
en el largo día,
me siento viva, muy viva?
Es, entonces, cuando
estallan en destellos
las más locas ideas,
mezcladas con los sueños.
Porque en esos momentos
¿de sueño?, ¿de vigilia?,
se alumbra la mirada.
¿Por qué, por mucho
que duerma, siempre
estoy cansada?
Todas las mañanas
me cuesta arrancar...
Hasta el café y, con él,
empezar el plan del día.
Hoy lanzarme a caminar
y vencer mi timidez
con llamadas comprometidas.
Poco a poco,
de una en una,
he quemado mis cartuchos
para hablar con cada persona
con la que vivo.
He sentido la alegría
vital de darlo todo,
de amar sin pausa,
de no tener miedo
al propio yo.
(Aunque las conversaciones
continuaban,
yo estaba un paso
por detrás
asombrada de tanta alegría
en mí misma).
Y luego: el cansancio.
Se ha pasado el rato
de la siesta
en trabajar, hablar,
recibir ayuda.
Cuando se empezaban
a emborronar las líneas
en el ordenador,
he venido a mi cuarto
a leer poesía.
Me cuesta que
el sábado se escurra
entre las manos:
mañana me da pereza,
y el lunes otra semana
de afrontar lo de siempre...
Al pensar en el título
me he dado cuenta de
que, por defecto,
mi portátil
me lo ha dado.
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