Hace tiempo leí una
novela de ciencia-ficción, que creo que relataba un viaje a Venus.
En la nave espacia los astronautas-científicos mantenían una
discusión sobre si un científico debe creer o no en un Ser
Superior. El capitán de la nave era católico, también había un
hinduista-agnóstico, un agnóstico y un ateo. El agnóstico
postulaba que su opción era la mejor de cara a hacer ciencia: puesto
que no se veía a Dios, había que mantener su existencia en un
interrogante, de manera que tampoco se estaba cerrado a recibir
evidencia de que sí existía. No llegan a ningún acuerdo.
En respuesta al
agnóstico de aquella novela podrían servir las dudas del científico
Francis Collins:
"¿No me tenía a mí mismo como un científico? ¿Y un
científico saca conclusiones que no se reflejan en datos? ¿Podía
haber una pregunta más importante que la de si Dios existe? Esta
toma de conciencia fue una experiencia absolutamente terrible".
Se considera que la
ciencia, así como la filosofía nacen en Grecia, cuando el hombre
trata de explicar los fenómenos naturales en vez de con mitos, con
la observación racional de la naturaleza. Por eso, hay gente que con
el auge de la ciencia en nuestra época, considera que cada vez hay
menos sitio para Dios en este mundo. Conforme la ciencia avanza se
revelan secretos antes ocultos y que se explicaban igual por
historias religiosas o por mitos.
De todas formas, aún no
hemos llegado a saberlo todo. En cualquier disciplina científica
siempre aparecen misterios, problemas al menos de momento
irresolubles... Me gusta la opinión de James S. Trefil: “ (…)
Por mucho que hagamos retroceder estos límites (se refiere a los
límites de la ciencia), habrá siempre espacio para la fe religiosa
y para una interpretación religiosa del mundo físico.
En cuanto a mí, me
siento mucho más cómodo con el concepto de un Dios lo bastante
listo para idear las leyes de la física, que hacen inevitable la
existencia de nuestro maravilloso Universo, que con el Dios pasado de
moda que tuvo que fabricarlo todo, laboriosamente, pieza a pieza”
Es interesante su
opinión porque habla de evolución: de que al entender mejor la
ciencia puede avanzar nuestro conocimiento de Dios. La religión
también evoluciona en el tiempo, según el hombre es capaz de
adentrarse en la Revelación de Dios y de entenderla mejor. Esto no
es ningún tipo de creacionismo. La existencia de Dios no es evidente
pero sí demostrable, aunque no con argumentos empíricos o
experimentales, y una de las vías de demostración de la existencia
de Dios de Santo Tomás de Aquino es la observación del mundo que
nos rodea. Que nos lleva a buscarle una causa, y así hasta llegar a
la Causa Incausada.
Siempre ha habido
científicos de todos los credos, y gente que se ha convertido a una
determinada religión con su trabajo en ciencia. Einstein , hablando
de ciencia, dice “es
la experiencia más bella y profunda que se pueda tener… percibir
que, tras lo que podemos experimentar, se oculta algo inalcanzable,
cuya belleza y sublimidad solo se puede percibir como pálido
reflejo, es religiosidad”.
Me parece muy lógica la
afirmación de Georges Lemaître: «Me
interesaba por la verdad desde el punto de vista de la
salvación tanto como por la verdad desde el punto de vista de la
certeza científica. Me parecía que había dos caminos que conducían
a la verdad, y decidí seguir uno y otro».
La
ciencia y la fe se mueven en ámbitos distintos. La ciencia es el
conocimiento cierto, universal y necesario por medio de causas. La fe
es el conocimiento de Dios a través de su Revelación. La ciencia
emplea la razón para deducir o inducir sus leyes. La fe se basa en
la confianza en la Revelación. Como Lemaître considero que son dos
caminos para llegar a la verdad.
¿Puede llegar a haber contradicción entre los conocimientos
obtenidos por la fe y por la razón? Sí. Para un creyente será un
error de la razón humana, que es limitada, porque Dios si es la
Verdad no puede equivocarse. Para un ateo será la prueba definitiva
de que Dios no existe. Aunque si se demuestra que la ciencia se
equivocó... ¿?
Pienso que se puede ser
muy buen científico independientemente de las convicciones
religiosas que uno tenga. Defiendo la libertad religiosa, y por
tanto, estoy en contra del laicismo que pretende sacar la religión
de la vida pública. Yo respeto las creencias de los demás, pero eso
no me obliga a dejar mis creencias por el camino, ni significa que sea
peor científica que un ateo o un agnóstico.
Leí “La esfera y la
cruz” de Chesterton que (siento destripar un poco el libro) trata
del enfrentamiento a muerte de un católico y un ateo. Después de
todas las aventuras que corren juntos para conseguir llevar a cabo su
duelo por sus ideas, se van haciendo más amigos, hasta que descubren
sin cambiar ninguno sus creencias (bueno, quizá un poco sí), que es
más lo que les une que lo que les separa. Que ambos están de
acuerdo en la dignidad de la persona humana. Aprenden a comprenderse
y a respetarse. Está muy bien.
Es cierto que la religión influye en la manera de hacer ciencia.
Aunque fe y razón discurran por ámbitos distintos, la religión
afecta a la vida entera de la persona. Pero no veo que esto sea
peyorativo, sino todo lo contrario: una fuente de riqueza. Porque los
científicos católicos además de buscar la verdad como el resto de
la comunidad científica son conscientes de que Dios les ha encargado
una misión especial: “Y los bendijo Dios con estas palabras: «Sed
fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en
los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta
sobre la tierra». Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de
semilla que existe en la faz de la tierra, así como cada árbol que
lleva fruto de semilla (...)». (Génesis 1, 28-29)
Y para todos aquellos que hoy celebran la Navidad: ¡¡¡FELIZ
NAVIDAD!!!
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