Su interés por la ciencia se
remonta a cuando tenía catorce años, en palabras suyas: “mis ojos se abrieron a
los poderosos y excitantes métodos de la ciencia. Inspirado por un carismático
profesor de química que podía escribir la misma información en el pizarrón con
las dos manos simultáneamente, descubrí, por primera vez, la intensa
satisfacción de la naturaleza ordenada del universo. El hecho de que toda la
materia estuviera constituida por átomos y moléculas que obedecían principios
matemáticos, fue una revelación inesperada, y la capacidad de usar las
herramientas de la ciencia para descubrir nuevas cosas de la naturaleza me
cautivó de inmediato como algo de lo que quería formar parte.”
Estudió
primero química en la Universidad de Virginia, y empezó su doctorado en
fisicoquímica en la Universidad de Yale. Aunque disfrutaba con la mecánica
cuántica, le parecía que ya estaba todo más o menos descubierto y que su futuro
era únicamente ser profesor universitario. Al apuntarse a un curso de
bioquímica le fascinaron el ADN, ARN y las proteínas; y decidió dar un giro
radical a su vida: se fue a estudiar medicina a Carolina del Norte. Ya estaba
casado y tenía una hija.
A
lo largo de sus años universitarios había pasado de un agnosticismo cómodo a un
ateísmo convencido. Sin embargo, al atender a pacientes terminales en su tercer
año de medicina, volvió a plantearse el tema de la existencia de Dios: “¿No me
consideraba a mí mismo un científico? ¿Sacaba un científico conclusiones sin
considerar los datos? ¿Podría existir una pregunta más importante en toda la
existencia humana que “existe Dios”? Y sin embargo, allí estaba yo, con una
combinación de ceguera deliberada y algo que sólo podía ser propiamente
descrito como arrogancia, al haber evitado cualquier consideración seria de que
Dios fuera una posibilidad real.”
Un
pastor protestante le prestó el libro de Mero
cristianismo de C.S. Lewis, y allí encontró plasmadas todas sus dudas
porque precisamente el autor era un cristiano converso. Argumentos tales como
la universalidad de la ley de moralidad-inmoralidad de los actos humanos le
convencieron para aceptar la existencia de un Dios Creador e interesado por sus
criaturas.
Dentro
de la medicina, se especializó en la naciente rama de la genética, y su primera
publicación trataba de una proteína que se encuentra en los glóbulos rojos del
feto humano. Más tarde, trabajó en la enfermedad de la fibrosis quística,
buscando el gen heredado que producía esta enfermedad. Después de que Watson
renunciara a dirigir el llamado Proyecto Genoma Humano, eligieron a Collins. En
2000 habían conseguido un primer borrador “del libro de instrucciones del
cuerpo humano”., que fue anunciado por el presidente de EE.UU.
Collins
no vacila en declararse un científico creyente en pleno siglo XXI. Es más, está
convencido de que ciencia y fe no están reñidas, sino que pueden colaborar.
Pero claro, entonces la ciencia tiene que admitir que hay preguntas para las
que no tiene respuesta como el sentido de la vida humana, la existencia de
Dios,... Puesto que no existe evidencia contraria a la existencia de un Ser
Superior, la ciencia en cuanto tal, no puede negarla, aunque tampoco afirmarla.
Sin embargo, Collins es contrario también a la tesis creacionista, le parece
que un Dios que rellena los huecos en blanco de la ciencia es un Dios
vulnerable a que la ciencia acabe encontrando la explicación. Lo que propone
Collins es un evolucionismo teísta o, como él lo denomina, BioLogos: un Dios
Creador del Universo, que al crearlo conocía las leyes que harían factible la
vida, que se desarrolla y diversifica a través de la selección natural: un Dios
fuera del tiempo, porque está fuera del mundo, pero que no se desentiende de
sus criaturas.
Se
puede o no compartir la opinión de Collins. Como biólogo y científico es un
defensor acérrimo de la teoría de la evolución de Darwin pero no piensa que
esto contradiga su fe. Las semejanzas en el genoma del chimpancé y del hombre
predicen un ancestro común, pero no explican la inteligencia y voluntad
humanas, que son características espirituales que Collins atribuye a que Dios
inspiró el alma humana en el hombre. Simplemente viene a decir que la fe no es
irracional y que la ciencia por lo tanto no está reñida con ella. Me ha
parecido muy interesante su libro ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de
la fe,por si alguien quiere profundizar más.
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