02 noviembre 2011

Cosas que pasan

Ojalá pudiéramos descubrir y escribir todas las historias que ocurren a nuestro alrededor. Si te paras a mirar el mundo, resulta que está lleno de gente y que cada uno tiene su historia, tan importante por lo menos como la tuya. Mientras tú piensas que no te va a dar tiempo a hacer los macarrones, el que está sentado a tu lado por casualidad, ¿qué piensa?

Estuve en la exposición “Arquitecturas pintadas” del museo Thyssen, y había un cuadro que se llamaba “Historia sin identificar” y mi padre le propuso a mi hermana pequeña que se inventara una historia para ese cuadro. Pues algo así me entran ganas de hacer cuando me paro a mirar.

La historia de los chicos quinceañeros que se creen los reyes del mundo y hablan de la vida en voz bastante alta para presumir delante de todos los que viajan en su vagón. La historia de Ainara que es una niña que no llegará a un año y que aguantó todo el viaje Madrid-Pamplona “descubriendo” los auriculares, sí descubriendo: porque en su mirada se podía ver que “descubría”... La historia del negro que se me sentó al lado en la parroquia, que me estrechó la mano en el momento de la paz con una expresión que no soy capaz de describir, y al adelantarme en la calle a la salida, se despidió (y yo no le había visto nunca ni probablemente le volveré a ver...). La historia de Xabi, un niño pelirrojo que no se estaba quieto y que debía tener discapacidad intelectual ser deficiente mental porque necesitaba de toda su familia para las cosas más sencillas y tenía una sonrisa especial, que te daban ganas de ser su hermana para, en vez de chincharle o reñirle, darle un pedazo de abrazo.

¡Y todos los días así!

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