Una asignatura del máster
es Seguridad y Análisis del Riesgo Químico. La cogí un poco por
descarte, pero al final ha sido una asignatura más que interesante.
Porque yo siempre había llegado al laboratorio, leído la práctica,
buscado el material necesario y empezado a trabajar. Si teníamos
algún accidente solía ser del tipo de romperse algún vaso o
matraz. Había que tener cuidado con el vidrio y poco más.
Todos hemos mirado a la
famosa ducha amarilla con el deseo de ver alguna vez cómo
funcionaba. Nunca fue necesario. El lavaojos sí que lo usamos: una
se pasó un guante con sulfúrico por la frente y se le empezó a
poner roja (no pasó nada, le salió una pequeña ampolla), y a mí
me saltó un disolvente orgánico y me tuve que lavar. Pero nada más.
Claro, no se me ocurrió pensar que alguien había preparado esas prácticas: determinado qué cantidad de reactivo teníamos que usar, qué material era necesario,... Eso básicamente es hacer un análisis del riesgo químico. A mí me ha tocado hacer uno como trabajo final de la asignatura.
Quizá lo más divertido
haya sido el paseo por el laboratorio viendo los distintos equipos de
seguridad. No tengo la foto que me sacó el profesor con la máscara
a lo Darth Vader (protección contra la contaminación de partículas
y tóxicos si hay un accidente). Aprender los tipos de extintor, y
los productos absorbentes por si se derrama mucha cantidad de alguna
sustancia. Trabajar con nitrógeno líquido para saber las normas de
seguridad al usar líquidos criogénicos. Muy chulo.
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