El
coche empezó a traquetear nada más salir del tramo asfaltado al
camino de polvo. Un cartel anunciaba el nombre del pueblo.
-¿Ya
hemos llegado?
-¿Cuánto
queda?
-Mamá,
tengo sed…
Estacionaron
a mano derecha y salieron a estirar las piernas. Era la primera
parada, en los perales que pertenecían a la familia. Venían bien
equipados, en el maletero había cajas para recoger la fruta que ya
estuviera madura.
-Nunca
habíamos hecho un viaje tan largo y con tantas curvas, ¿verdad,
papá?
-¡Anda,
dejad todos de dar guerra y a trabajar!
-¿A
qué llego yo el primero?
Se
lanzaron a la carrera como locos, y cada uno se apoyó en un árbol a
esperar a los mayores y recuperar el aliento. Estuvieron trabajando
un rato. Era una pena no haber ido unos días antes porque la fruta
se estaba pudriendo por el calor.
¡Puaj!
¡Un gusano!
-Eres
una niña… A los chicos no nos da asco…
Paulina
recogió la pera que había tirado y se la lanzó a Antonio a la
cabeza. Pero este la esquivó, y la pera se espachurró contra un
árbol.
-¡Niños!
Paulina
le sacó la lengua a Antonio que le hacía muecas.
Acabaron
de llenar las cajas y volvieron al coche.
-¡Bien,
a casa de tía Ángeles!- cantaban los niños a coro.
-¡Mirad,
en esa casa nació vuestro abuelo!- y todos se apretaron contra la
ventanilla derecha.
-¡Au!
Que me aplastáis…- se quejó Julia.
-¿Cuál
es, mamá?
-La
que tiene las ventanas verdes.
Pronto
la dejaron atrás, y recorrieron el pueblo para llegar por un camino
empinado a su destino final.
Era
una granja muy pintoresca, con los establos para las vacas, el
abrevadero de camino hacia los pastos, y el tradicional hórreo
asturiano en frente de la casa.
Tía
Ángeles salió a su encuentro, y detrás venía Angelín, su hijo.
Los niños les adoraban porque tía Ángeles hacía el mejor arroz
con leche del mundo y les dejaba probar la leche recién ordeñada; y
a Angelín porque aunque era mayor y tenía bigote, siempre jugaba
con ellos.
Merendaron
en el porche, espantando a las pesadas moscas. Los mayores preferían
quedarse hablando allí en la sombra, ¡hacía un año que no iban
por el pueblo y había que ponerse al día!
Los
niños se escabulleron con Angelín para vivir sus propias aventuras.
Nunca se decidían qué era lo más divertido. Les gustaba subir a
los pastos recogiendo moras y comiéndoselas, para ver al tío Sergio
que estaba con las vacas.
-¿Habéis
visto a Rubio?- les preguntaba siempre con la boina ladeada y una
sonrisa de oreja a oreja.
-Luego
os lo enseño- proseguía diciendo con un guiño al ver sus caras de
desconcierto.
-¿Quién
es Rubio?- preguntaba Julia.
Angelín
y tío Sergio estallaban en carcajadas contagiosas. De vuelta a la
granja, Angelín, ante sus insistentes preguntas, les explicaba que
Rubio era un caballo que estaba antes en la granja, cuando la madre
de ellos era pequeña y le tenía mucho miedo.
-¿Y
dónde está?
Angelín
decía riendo: -Ya se murió hace tiempo.
-¡Vaya!
Yo quería montarlo- gruñía Antonio.
Les
gustaba subirse al hórreo, como si fuera una casa: “su” casa, y
jugar a las tiendas o a los mecánicos con los clavos herrumbrosos
ahí abandonados. A su madre no le hacía gracia, hablaba de una cosa
rara que llamaba tétanos. Tampoco le gustaba a tía Ángeles porque
tenía miedo de que se cayeran por las escaleras de piedra. Pero
Angelín era un amigo de verdad, y les guardaba el secreto.
Desde
lo alto del hórreo se veía un paisaje todo verde muy bonito, y se
podía ver el corral de las gallinas como si volaran por encima.
Angelín les confiaba que eran unas glotonas, se comían todo lo que
se les echaba. Los niños siempre querían comprobarlo y se
encaminaban al corral. Les arrojaban las moras que aún no habían
terminado de comerse, flores y puñados de hierba, observando
regocijados cómo se abalanzaban las gallinas.
A
Antonio se le ocurrió una idea, y salió corriendo. Todos le
siguieron por inercia. Antonio se subió a una piedra y se asomó al
abrevadero.
-¿Les
tiramos uno de esos?
Angelín
les había explicado que los bichos que se escondían entre el musgo
del fondo, eran renacuajos, que al crecer perdían la cola y les
crecían las patas y se transformaban en ranas.
-¿Las
has visto?
-No,
porque se van de noche.
-Pues
yo no me lo creo- respondía el escéptico de Antonio.
Angelín
les contó que una vez salió por la noche con una linterna y las vio
escaparse. Todos abrían los ojos como platos, y le pedían permiso
para quedarse una noche y verlo ellos mismos. Pero hasta el momento
sus padres no les habían dejado.
Metieron
las manos en el agua fría para cazar algún renacuajo, y sólo
Angelín consiguió encerrar uno en su puño. Se lo lanzó a las
gallinas, pero esta vez no se lo comieron, se acercaron
desconfiadamente y despreciaron la comida.
Otra
atracción de la granja era el cerdo, que duraba solo hasta San
Mateo, así que era un nuevo conocido todos los veranos. Angelín los
aupaba por turnos para que lo vieran a través de la valla. Les
asustaba un poco porque no se parecía a los dibujos de los tres
cerditos: era mucho más grande y no era rosita. Y sus ronquidos les
ponían los pelos de punta. Julia a veces lloraba del susto, y
entonces Angelín regañaba al cerdo y le castigaba sin comer.
De
camino hacia la casita del cerdo, Paulina se desvió. Había visto
dos pollitos que andaban cerca del establo, y que eran preciosos. Se
acercó a ellos cautelosamente. Cuando estuvo tan cerca que con
alargar la mano los podía coger, quiso avisar a los otros. Iba a
llamarles a voces pero una gallina furiosa se lanzó contra ella.
Paulina dio un salto hacia atrás y vio horrorizada que la empezaba a
perseguir con el pico abierto de forma amenazadora. Salió corriendo
como alma que lleva el diablo y se precipitó en el porche entre los
mayores. Le miraban entre asombrados y divertidos, porque Paulina
tenía cara de horror y no sabían por qué. Paulina quiso explicarse
pero le temblaban las rodillas y no era capaz de articular ningún
sonido. Después de comprobar que la gallina no estaba cerca, se
abalanzó sobre las rodillas de su padre, y lloró su susto y su
orgullo herido.
Hola Dolo,
ResponderEliminar¡Escribes demasiado rápido! De momento me he quedado con los poemas...
A propósito te pasaré con mi manager (mi biografía ya la están escribiendo, jaja) Prometo leer las entradas etiquetadas como "niños" en cuanto saque tiempo.
Sigue así.
Internet es muy rápido!!!, jaja
ResponderEliminaryo con managers no me entiendo :P
Qué te parecen los poemas??