Rafa Monteverde presentó la
ponencia con este título, hablando de que solo en la libertad puede existir la
belleza. Más tarde, leí en un artículo de Enrique García-Máiquez unas palabras
de Schiller que vienen como anillo al dedo para introducir un tema
controvertido y, por eso, apasionante.
Schiller
habla del encuentro con la belleza: Los que se encuentran con ella descubren
con disgusto que les exige “una manifestación de fuerza, para la cual les
faltaría quizá capacidad aun en sus mejores momentos”. Estamos ante un concepto
de belleza que es contrario a las modas actuales: lo difícil se desprecia como
no merecedor de nuestra atención. Somos como la zorra de la famosa fábula que,
tras varios intentos fallidos de atrapar las uvas, se dice a sí misma y a los
demás: No las quiero, están verdes. No podemos negarlo: buscamos belleza,
nuestros príncipes o princesas azules de nuestra imaginación son siempre
personas demasiado bellas para ser reales. Hay momentos en los que sentimos
emociones que no podemos describir al hacer algo que nos gusta, al tener un
detalle escondido con una persona, al escuchar una música nunca antes oída de
esa manera, al contemplar un paisaje o un minúsculo copo de nieve... C.S. Lewis
lo describe genial en su libro Cautivado
por la alegría, lo que le lleva a su conversión es ese anhelo que aparece
de repente por alguna causa, que no es su causa porque una vez satisfecho el
placer sigue quedando un deseo tierno e hiriente por inalcanzable. Es eso lo
que le encamina hacia un Ser Supremo capaz de llenar sus ansias de infinito
cuando siente esa sed acuciante de belleza.
En
el fondo, C. S. Lewis es un platónico irremediable y es que con el Dulce Deseo,
que llama en El regreso del peregrino,
simplemente está definiendo el amor como lo entendía Platón: esa tensión entre
alcanzar lo amado que se presenta fuera de este mundo...
Cito
a Schiller: “la belleza es producto del acuerdo entre el espíritu y los
sentidos; habla a todas las facultades del hombre a la vez y, por lo tanto,
sólo puede ser sentida y valorada bajo el supuesto de un uso pleno y libre de
todas sus fuerzas”. Aquí entra la libertad. La belleza exige mucho si queremos
poseerla: nos pide el uso pleno y libre de todas nuestras fuerzas. Es el
momento en el que podemos decir que las uvas están verdes (en realidad, somos
nosotros los que estamos verdes) o podemos lanzarnos a una aventura loca.
Rafa
Monteverde nos decía que un ser que no es libre no es capaz de contemplar. Es
la misma idea que transmitía Miriam Martínez cuando hablaba de que el ser del
hombre descansa en la contemplación de lo amado. La libertad es apertura de
mente, de corazón (¡ojo con despreciar los sentimientos! Schiller habla de
todas las facultades del hombre entre las que entran los sentimientos y como
dice el personaje Jane Eyre: Los
sentimientos sin sentido común son algo anodino; pero el sentido común sin nada
de sentimiento es un bocado demasiado amargo y basto para el consumo humano),
de voluntad; y la belleza se genera en el encuentro, y Rafa Monteverde apostaba
alto: la belleza se genera en el compromiso, si estamos lo suficientemente
libres como para aceptarlo, lo suficientemente fuertes como para tratar de
vivirlo hasta el final.
La
libertad es libertad cuando hay compromiso, porque el compromiso es don,
aceptación y sí, también dependencia, aunque esta palabra no nos llene tanto la
boca como libertad o belleza... La belleza conmueve, despierta anhelo de
belleza, y en los actos libres nos encaminamos hacia ella o nos desencaminamos.
Así que la libertad llama a la belleza, la belleza a la libertad, la libertad
al compromiso, el compromiso a la belleza, la belleza a la belleza... ¡Ojalá
fuera así de sencillo como resulta en palabras! O puede que si fuese fácil
perdería su encanto.
Pero
a veces nos cuesta distinguir entre la mera satisfacción fisiológica de los
placeres y el anhelo perenne de belleza que captamos en ocasiones (ya lo
previene C. S. Lewis...). Para Rafa Monteverde el ser humano es libre porque no está sometido a la necesidad, y la
filosofía es una liberación pues ofrece una manera de encaminar la vida. Aquí
dijo que el hombre rompe con la Evolución
de las especies de Darwin. Estoy de acuerdo con él en que el ser humano se
diferencia del resto de los seres vivos en su libertad: en su inteligencia y su
voluntad libres. Pero, como manifesté después no me parece una formulación
adecuada.
Porque
como científica la teoría de Darwin está más que demostrada por distintas
disciplinas de la ciencia, y por tanto, no puedo dudar de ella. Y como ser vivo
tengo un cuerpo que es producto de la evolución, de hecho, el hombre tardó
bastante (contabilizando desde el inicio del Universo con el Big Bang) en
aparecer sobre la tierra. Es cierto que el cuerpo humano es sede del alma
humana, y por eso, podemos decir que las miradas y los gestos hablan, y que el
rostro es la imagen del alma (me recuerda a Mientras
no tengamos rostro de Lewis una vez más). Pero me parece que recalcar que
el alma del hombre está encerrada en la prisión de su cuerpo me parece
demasiado platónico. Prefiero la definición de hombre como espíritu encarnado.
Y este cuerpo nos es tan necesario como el alma. De hecho están tan unidos que
por eso la muerte nos causa escalofríos, una enfermedad del alma afecta al
cuerpo ¡y viceversa!, necesitamos de la base orgánica de nuestro cerebro para
poder amar y pensar, para poder ser hombres libres.
Qué envidia y qué gozada que te acuerdes de tanto y lo escribas. Me encanta la cita de Schiller y los apuntes de Lewis que traes.
ResponderEliminarVeo que te sigue preocupando el tema de la evolución... yo que no soy científica también pienso que no es una cuestión de la que dudar, pero sin embargo, también veo que el hombre es más que un ser evolucionado. Es decir que no se puede entender meramente con una explicación biológica o física o interdisciplinarmente científica.
Lo cierto es que tomé apuntes, sobre los que he re-pensado y de ahí que aproveche lo que he leído después de Kalon...
EliminarAhora, estoy leyendo a Chesterton. Y quizá, un poco más adelante, aclare por qué me preocupa tanto el tema de la evolución, aún considerando que el hombre es diferente al resto de la naturaleza. De momento, necesito más lectura y darle al coco...