Gracias a Miriam Martínez por
esta genial ponencia. Fue un placer escucharte. Y ahora re-pensar tus ideas.
Quizá lo que más me impresionó fue el testimonio verídico de una mujer de 35
años que habiendo tenido a su hija, deseaba que terminara su baja maternal,
porque no se sentía "realizada". Es verdad, es algo que no se puede
poner en un CV ni en ningún expediente: sin embargo, debería dar más
referencias que las notas académicas y los proyectos profesionales. En palabras
de mi madre: "Ser madre es una tarea enorme y es a lo único a lo que no
nos enseñan, para lo único que no hay cursillos… Por eso, muchas veces te
estrellas".
Porque
ser madre implica educar que es formar a la persona en todas sus dimensiones y
no imponer unas normas arbitrarias o incumplibles, como le ocurre a John en El regreso del peregrino. Educar significa enseñar a pensar, a formarse el propio
criterio, enseñar a vivir, a que tus hijos den la cara sin tener que darla tú,
a elegir con libertad y a asumir la responsabilidad de las propias decisiones. Significa
aceptar los fracasos de tus hijos y dejarlos fracasar para que aprendan de sus
errores. Significa aconsejar y no mandar a partir de determinada edad. Significa
que te arriesgas a sufrir lo indecible por alguien que es carne de tu carne y a
la vez es otro distinto, al que no puedes evitar las dificultades ni los
sufrimientos. Con suerte se puede acompañar en parte del camino y enseñar a
afrontar todo esto, todo lo que supone la vida.
Miriam
nos hablaba del concepto de donación frente a la utilidad. Dejar ser a lo que
es. Amar lo que es amable. Contemplación de lo amado. Ser portadora de otra
vida. "Realizarse" amando, y así se es feliz. Que no significa
despreciar la utilidad, pero lo sagrado está por encima de lo útil.
¡Y
pensar que el estilo de vida actual no favorece la maternidad! ¡Pensar que han sido las propias
mujeres las que han querido liberarse de esa "carga" para ser libres
como el varón! ¡Pensar que tener un hijo o no se ha convertido en un derecho:
los padres deciden sí lo quieren y cuándo lo quieren, y sí lo quieren sano o
mejor no lo quieren! Para que una población se renueve hace falta una media de 2,1 hijos. Y creo que estamos por debajo de la unidad. Y es que la paternidad no está de moda: primero hay que realizarse profesionalmente, después disfrutar de la pareja, y luego tener hijos: como mucho 2 o (casi es exageración) tres si no ha venido la deseada niña o niño (para tener uno de cada...). Es decir, el hijo es un derecho. Pero ya decía Inmanuel Kant que el ser humano no puede ser medio, sino fin en sí mismo. Por eso, por mucho que una pareja desee tener hijos hay que recordar que un hijo es otra persona que no nos pertenece por el hecho de ser sus padres, pero que sin embargo, está unida a nosotros por un vínculo imborrable que nos hace en cierta medida responsables de su bienestar físico, de su educación y "realización".
Cuando defendemos en un caso concreto un aborto, una fecundación in vitro, los vientres de alquiler, las madres solteras, el derecho de las parejas homosexuales a tener hijos, nos estamos dejando llevar por el sentimentalismo de la pobre mujer violada, de los pobres homosexuales que no tienen la culpa de ser así, de unos padres que desean ardientemente la llegada de un hijo... Pero un hijo no es un medio, no es un derecho: es un fin en sí mismo. Y citando a Enrique García Máiquez en su artículo Hadjaj: elogio salvaje del sexo profundo: "Su veneración por el sexo es tal que incluso ante la violada que quedó embarazada, exclama: “Su sexo es el lugar en el que la violencia misma se convierte en inocencia”. Naturalmente, es en la concepción de una nueva vida donde este padre de cinco hijos ve el culmen de la sexualidad. Lo dice bellamente: “Cuando la gente dice: ‘Tiene los ojos de su padre… Tiene la boca de su madre…’ detalla el éxtasis encarnado”." Y a mi pregunta de cómo explicaría entonces el celibato me respondió: "Creo que respondería –me atrevo a aventurar– diciendo que el celibato no es sino una manera (particularmente profunda) de vivir el sexo. Hay pruebas evidentes de que no es una renuncia a él: la exigencia de ser varón para ser sacerdote o el requisito de no tener defectos sexuales. Se sacrifica la posibilidad de la paternidad, eso sí, pero para conseguir una paternidad más alta y, sobre todo, más ancha. Lo que me hace atisbar que Hadjadj enlazaría el sexo desconectado de la procreación con las crisis sacerdotales. En la misma línea, y en sentido contrario, ya Chesterton enlazó la defensa de la natalidad con las órdenes monacales".
Cuando defendemos en un caso concreto un aborto, una fecundación in vitro, los vientres de alquiler, las madres solteras, el derecho de las parejas homosexuales a tener hijos, nos estamos dejando llevar por el sentimentalismo de la pobre mujer violada, de los pobres homosexuales que no tienen la culpa de ser así, de unos padres que desean ardientemente la llegada de un hijo... Pero un hijo no es un medio, no es un derecho: es un fin en sí mismo. Y citando a Enrique García Máiquez en su artículo Hadjaj: elogio salvaje del sexo profundo: "Su veneración por el sexo es tal que incluso ante la violada que quedó embarazada, exclama: “Su sexo es el lugar en el que la violencia misma se convierte en inocencia”. Naturalmente, es en la concepción de una nueva vida donde este padre de cinco hijos ve el culmen de la sexualidad. Lo dice bellamente: “Cuando la gente dice: ‘Tiene los ojos de su padre… Tiene la boca de su madre…’ detalla el éxtasis encarnado”." Y a mi pregunta de cómo explicaría entonces el celibato me respondió: "Creo que respondería –me atrevo a aventurar– diciendo que el celibato no es sino una manera (particularmente profunda) de vivir el sexo. Hay pruebas evidentes de que no es una renuncia a él: la exigencia de ser varón para ser sacerdote o el requisito de no tener defectos sexuales. Se sacrifica la posibilidad de la paternidad, eso sí, pero para conseguir una paternidad más alta y, sobre todo, más ancha. Lo que me hace atisbar que Hadjadj enlazaría el sexo desconectado de la procreación con las crisis sacerdotales. En la misma línea, y en sentido contrario, ya Chesterton enlazó la defensa de la natalidad con las órdenes monacales".
Y hablando del celibato he encontrado esto en el libro Ortodoxia de Chesterton: "yo no tengo ninguna afición instintiva por esa virginidad física que ha sido una nota constante del Cristianismo histórico; pero cuando considero, ya no a mí mismo, sino a todo el mundo, caigo en que tal entusiasmo no solo ha sido propio del Cristianismo, sino también del Paganismo, y que es una nota de superioridad natural humana en muchas esferas. (...) Y yo acepto el que mi poca afición al celibato sea como mi mal oído para la música: la más fina experiencia humana está contra mí respecto a este asunto, como respecto a Bach. El calibato es una de las flores del jardín de mi padre, cuyo nombre dulce o terrible no me han enseñado todavía. Pero yo sé que algún día me lo enseñarán".
ResponderEliminar